Otro tema actual de difícil
solución es la agresividad que, ya sea manifestada a través del alcohol, cosa
que nos quieren hacer creer los abogados sin prejuicios que defienden como
atenuante el echo por muy grave que haya sido el resultado, aunque es otro tema
difícil del que se podría escribir durante días, o a través del instinto animal
que todos poseemos. En los animales son actos agresivos aquellos que ocasionan
un daño a otro animal de la misma especie. Cuando se lanza a la captura de otros
animales para satisfacer su hambre, no está incurriendo en un comportamiento
agresivo. Los animales en estas luchas buscan más medir las fuerzas propias con
el rival que verter la sangre de éste. En el momento en que el animal más débil
da señales de sometimiento y se retira, la lucha ha concluido. El vencedor
respeta al vencido. La extirpación bilateral del lóbulo temporal, según algunos
estudios, determina cambios importantes en la conducta animal, volviéndose éste
muy dócil pero exhibiendo un importante déficit de memoria, dando la impresión
de haber olvidado enteramente los instintos básicos.
La agresividad del ser humano
tiene una gama de manifestaciones más amplia que la agresividad animal. Alcanza
a menudo grados de ferocidad y violencia muy raros entre animales. Se puede
decir que obedece a tres motivaciones fundamentales: la pulsión agresiva; la
reacción agresiva a la frustración; la sociedad o cultura de organización
competitiva y agresiva. A menudo,
el acto agresivo tiene un significado psicológico relacionado con la defensa
propia. Lo preocupante empieza cuando estos actos agresivos son a causa de la
simple diversión, el instinto sádico entre humanos, el divertirse con la
desgracia ajena que los medios contribuyen a fomentar en televisión, manipulando
subliminalmente a las masas sin pudor, cosa a la que se debería poner
solución.
Biológicamente hablando, en el
ser humano se muestra la noradrenalina como el agente endocrino de las acciones
agresivas, y la adrenalina como el agente endocrino del temor, la expectación y
la angustia. Las frustraciones son las experiencias que principalmente provocan
comportamientos agresivos. El coeficiente de agresividad depende
fundamentalmente de las experiencias vividas en la infancia, en el ámbito
familiar y del influjo educacional. A veces, muchas respuestas agresivas a
frustraciones no se traducen en comportamiento externos.