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Dentro de las limitaciones
éticas que estoy mencionando en la paradoja de mis palabras, uno de los deberes
más importantes del profesional es tratar de protegerse de forma responsable de
los estados emocionales de sus víctimas, donde pueden aparecer emociones
violentas debido al largo tiempo que requiere la terapia psicoanalítica. Y no
sería ético beber una copa de anís mientras se atiende las perturbaciones que
atañen el destino de un martirizado ser. El hombre se ha reducido muchas veces a
un tipo de hombre manipulado por la propaganda y las estructuras burocráticas, y
por ello es más fácil acceder por una vía pasiva a la depresión vital que hacer
activamente un esfuerzo de adaptación a las nuevas circunstancias. Las
depresiones más frecuentes clasificadas muy subjetivamente, pueden ser la
hipocondría actitud de vigilancia ante la vivencia del cuerpo propio o yo
corporal, acompañada de un temor al sufrimiento mayor y unos ideales hedonistas
muy poco estimulantes; la represión de la espiritualidad; el inventar falsas
razones para cualquier problema; la dificultad de comunicación; la
deshumanización en general; o el carácter hostil de las nuevas estructuras
sociales que nos rodean, a grandes rasgos, que conduce a un empobrecimiento
creativo y degradación cultural. La embriaguez representa en estos casos, un
nuevo mundo, una ruta de evasión de una situación vivida por la víctima como
insoportable, por estar impregnada de vivencias de soledad y desesperanza donde
todos los proyectos propios están condenados continuamente al fracaso. Estos
mártires tienen un gran miedo a los demás y los ven como seres superiores o
malévolos. Por eso se apartan a pesar de su gran necesidad de comunicación y
terminan por desarrollar una existencia en soledad. Tienen un sentimiento de
desconfianza en sus propias posibilidades. Se desaniman con gran facilidad ante
sus propios fracasos. Renuncian a vivir activamente. Se reprimen demasiado.
Cuando se embriagan, se encuentran liberado de todo lastre de soledad,
desesperanza y de represión. Y este es un punto importante para comprender las
historias entrelíneas de esos relatos. A veces con ello, la víctima libera su
agresividad incontrolándola a veces. Posteriormente les queda una nostalgia que
les lleva a repetir esa experiencia una y otra vez hasta no poder escapar de las
redes del alcohol, día tras día. Existe una división tripartita de tipos básicos
de alcohólicos, y conviene saberla para saber en qué estado nos encontramos. Por
un lado están los alcoholómanos que son aquellos que beben hasta embriagarse de
tarde en tarde. Luego están los bebedores excesivos regulares, los cuales
consumen demasiado alcohol a lo largo del día sin llegar nunca a embriagarse
hasta que llega el momento en que es tarde para arrepentirse. Por último están
los enfermos psíquicos que absorben el alcohol como esponja, para neutralizar
los síntomas de su enfermedad psíquica la mayoría de las veces no diagnosticada
adecuadamente por los profesionales, por lo que existen numerosas víctimas
inconscientes en ese aspecto que llevan en su cruz una gran pena, tristeza,
desesperanza, etc. Es un tema que nos atañe a todos y como se aprecia en
realidad tiene difícil solución con el tema del botellón entre los jóvenes y no
tan jóvenes. Yo por lo pronto, voy a llenar mi copa que se me ha vaciado al
escribir estas líneas.
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