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Prólogo Cada vez que
tengo tiempo libre, un hueco en mi agenda, o simplemente encuentro la
inspiración, me pongo a escribir. Y qué escribo realmente, me pregunto. A veces
tonterías, esbozos de lo que podría ser una nueva historia, en prosa o en verso
indistintamente, pero el miedo a enfrentarme al papel en blanco donde he de
dejar caer gotas de tinta con sentido, a veces me frena, me aterroriza,
dejándolo siempre para otro día o momento propicio que he de buscar. ¿A quién no
le ha pasado eso en alguna ocasión, ya sea en este contexto u otro? El simple
hecho de coger una pluma de mi tintero, bolígrafo o lápiz, o simplemente el
ordenador, no es tan fácil como desearía. Por ese motivo a veces me preparo en
un rincón de mi fría casa, un pequeño escritorio improvisado, con una lúgubre
luz que me da sombras misteriosas de mi mano moviéndose al son de un suave hilo
musical añadido a esta historia, o ilumina el brillo incesante del folio que
lentamente mancha la retina de mis ojos con renglones torcidos o algunas
ilustraciones meditabundas que encarnen algún personaje inventado o alguna
historia triste de las que me gustan. Junto a mis materiales me preparo una
copita de anís dulce, un aguardiente amargo que me inspira en esos momentos al
evadirme en el mundo de la inconsciencia y fantasía para poder así reflejar las
ilusiones incapaces de una mente inquieta. Me documento con estudios
psicológicos sobre la personalidad, la conducta, el psicoanálisis, la violencia
o la muerte, pero lo que pretendo encontrar en la mente espero reflejarlo en mil
páginas o más, en ilustraciones sarcásticas o profundas, que sirvan de
entretenimiento o de posteriores estudios psiquiátricos tras mi muerte. Es
curioso lo que el ser humano puede ironizar sobre el funesto final que nos
espera. Sobre ello profundizaré en los siguientes párrafos, esperando aclarar
algunos conceptos que sólo se entienden entrelíneas. A veces bebo whisky, pero
la inspiración no es la misma. También es curioso ese detalle. A veces el precio
que debemos pagar para agradecer una buena inspiración, ya sea artística o
moral, en el aspecto del alcohol, siempre sale caro.
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