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No todos los lugares de la selva son tan seguros y exentos de riesgos para levantar campamentos nocturnos, pues alguna de las islas están tan plagadas de mosquitos que nadie se acerca a ellas de buen grado. Por otra parte, los gruñidos de las onzas que merodean por los alrededores o la presencia de los cocodrilos que se acercan reptando sin temor alguno al fuego, siembran el desasociego entre los expedicionarios. Sólo se disfruta de total seguridad en medio de la majestuosa corriente, pues rara vez la cruza un cocodrilo y las frágiles alas de los insectos no los llevan tan lejos de la orilla. La embarcación se desliza sobre las ondas mientras la tripulación, excluidos los vigías, se sume poco a poco en su sueño, aun cuando amenazan peligros, propios del Amazonas. En las palizadas de troncos que se han fijado en las salientes de las islas o de la costa, el agua se rompe con gran violencia y los rápidos rodean los lugares donde los tramos de costa se hunden con atronador estruendo, un fenómeno observado con frecuencia en el curso de un día. Puede darse por perdida la canoa que queda apresada entre los troncos oscilantes, medio sumergidos, sólo arraigados al suelo. El movimiento circular de sus ramas por los remansos puede volcarla o destrozarla. Nuestra balsa fue a parar dos veces a esas palizadas arrastrada por la corriente del Marañón que nuestros remeros no pudieron resistir, pero escapamos del peligro con buena fortuna. Si bien probarnos la solidez de su construcción no nos atrevimos a navegar de noche por un río desconocido y en medio de la selva, donde un náufrago sólo llegaría con grandes penurias hasta la aldea india más cercana o, desprovisto de armas, podría ser presa de los animales salvajes. Sin embargo, la belleza de esas noches justifica el sacrificio de velar mientras los demás duermen despreocupados. Hay un encanto muy peculiar en la sensación de saberse en un derrotero que no se conoce siquiera por informes extraños; sin recuerdos dolorosos por el pasado ni preocupaciones por el futuro navegar por una corriente en la que la balsa es arrastrada ora por un brazo, ora por otro, sin que nadie la gobierne, ya que las aguas deberán unirse nuevamente en único e inmenso todo. El goce de semejante despreocupada independencia del mundo y su apremio no es conciliable con el estado moral de los países densamente poblados y puede no parecer tan importante en cada período de la vida, pero debe considerarse muy dichoso quien haya tenido ocasión de reconocer la innegable poesía de tal existencia en medio de la naturaleza tropical, en un momento de la vida en que el vigor juvenil hace juzgar insignificantes los esfuerzos y un espíritu no quebrantado valora altamente ese puro goce. |
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Remontando el Marañón
de Eduard Poeppig
ediciones elaleph.com
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