Pasó tan rápido, que ni me escuchó. A lo sumo debía tener cinco años. En
realidad, (una vez más metía la pata cuando prejuzgaba) no vendía nada y yo lo
debería saber.
¿Qué pretendía con mi pensamiento? ¿Descubrir que mi pequeño
interlocutor, tenía una pequeña empresa distribuidora de estampitas religiosas?
Seguramente eso ya existía. El productor de estampitas, y también el coordinador
de pequeños distribuidores por bares.
En fin toda una maquinaria cuyo ultimo eslabón en la cadena era este
pequeño meteoro, preparado para escapar. Ese debía ser su proyecto de
vida.
Escapar de sus coordinadores, dueños de bares, policías y otros
"pequeños" mayores que él.
Cuando quise volver a hablarle, me miro fijamente. Habrá pensado que eran
muchas preguntas para un parroquiano normal o sea que yo no debía
serlo.
Dejó su estampita (simuló olvidarla) en mi mesa y salió del bar. Casi
como premio a la trunca relación con mi amiguito, tome la estampita y la mire,
esperando encontrar algo que me transmitiera un mensaje.
La imagen era la de un santo, amigo de los animales, para ser más gráfico
rodeado de ellos.
Me ayudó a pensar algo. ¡Qué lejos puso este improvisado diseñador de
estampas, de lo que el mismo santo en vida hubiera deseado para representarse
como imagen, para que lo transcienda!
No se entendía esa afeminada mirada y esforzada pose de modelo amateur,
cuando en realidad debería remitirnos a un personaje de campo, rudo y astuto,
acostumbrado a la picardía y las huidas del poder de turno. "Quién es el
responsable de los mensajes y la semiótica religiosa en estos
días."
El productor de tales imágenes, tampoco se había esmerado en pensar en
iconografía que acercaran la religión a la gente. Finalmente los símbolos,
inalterables con el paso del tiempo, sin actualizaciones que la misma fe va
incorporando, tampoco se veían en estas imágenes.
En realidad, en este nivel de comercio y fe, era muy probable que fuera
lo mismo y a nadie importara, si se diferenciaban fe y paganismo, fe y lotería o
fe y astrología. A los efectos del comercio callejero todo estaba en la misma
vidriera. Gracias por tu luz Discépolo, "la Biblia junto al
calefón".
Toda esta cadena de intereses estaba armada alrededor de una repostería
ingrata e indeseable. Solo mi amiguito, el último eslabón, deseaba encontrar
algo distinto que le permitiera vivir con libertad y lejos de
esto.
El camino al trabajo era mi rutina diaria: casa, bar y oficina. Creo que
podía hacer el recorrido sin levantar los ojos de la punta de mis
zapatos.