"Ya no era pintor, sólo
pintaba. Me ganó el oficio", pensaba en la frase de un artista, mientras
preparaba el café de la mañana. Luego como cada día, leería las noticias y para
mis adentros criticaría con una voz interna a los colegas.
-Francamente, para escribir esto, mejor pronosticar el
tiempo.
Levanté la vista. El día acompañaba al estado de ánimo, gris. Desde el
papel, imágenes y letras anunciaban lo mismo de siempre: huelgas, piquetes y
bloqueos.
Hacia tiempo que las noticias venían en grupo. Parecía que todo lo que
nos pasaba, nos debía incluir a varios, entonces sí valía la pena publicarlas.
"Qué mueve a un tipo a quejarse en grupo y no como individuo". Para
algunos los problemas se desatan cuando alguien se los hace notar, hasta ese
momento todo le daba igual. Aquí todo pasaba dentro de mi cáscara. Al fin y al
cabo, solo yo podía responder por lo mío.
-Silvestre, ¡vamos! Come. ¿Es que vos tampoco tenés nada que decir sobre
lo qué te pasa?
El pájaro voló entre dos palitos, parecía darme a entender que estaba
satisfecho.
Quizás todo era producto de la imaginación.
Ahí estaba yo. Un joven apático y aburrido de treinta y siete años, que
escondía su edad en una ajada y desteñida imagen, digna del abandono de una foto
vieja.