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Durante el trayecto vimos patos y guanacos, pero ese día ni¡,,, cazadores fueron particularmente desafortunados y no mataron sino una vizcacha que hice asar, En la meseta abundaba un acridio pardo.

11 de febrero. De Zorras a Aguas Blancas o Barrancas Blancas, once leguas y media. Esa noche, la temperatura descendió a 4º C -El camino llevaba en una sucesión de curvas zigzagueantes, cuesta arriba por la empinada pendiente sud del valle y luego se quedaba en la planicie negra. El frío y cortante viento del mar, tan violento a veces que obligaba a sujetarse el sombrero con la mano, y las numerosas cuevas de las ratas hacían muy incómoda esa jornada.

A esto se sumaban los numerosos abismos que debíamos atravesar. Su profundidad entre los 130 y 240 m y el ascenso y el descenso por las pendientes verticales de ripio son extenuantes. Uno de esos valles, a una legua al sur de Zorras, se llama Río Salado porque fluye por su fondo un arroyuelo de aguas salobres. El vallecito siguiente recibe el nombre del río Llullaillaco y también lleva algo de agua, pero ambos muy poca vegetación. Luego se atraviesan otros cuatro valles secos. Por último, el camino desciende hacia un pequeño pantano blanco de sal y a media hora más allá se encuentra una garganta que lleva agua, llamada Aguas Blancas o Barrancas Blancas donde se levantan magníficas pircas, al abrigo de un muro de toba de traquita de 1,50 a 2 m. Este lugar de descanso está a unos 2.985 m. sobre el nivel del mar, o sea a la misma altura de Quito o la cumbre de Glärnisch.

Se puede afirmar, por cierto, que todo el trecho de Zorras a Aguas Blancas es una capa de tobas de traquita que contiene en gran parte fragmentos de rocas no volcánicas y está sembrada de numerosos terrones y piedras grandes y pequeñas. En su mayoría estos agregados son de origen volcánico y entre ellos se suele encontrar mucha escoria negra. Se observan asimismo bloques de un diámetro de 2 m, de auténticos fragmentos volcánicos. La última cresta antes de llegar al campamento nocturno esta sembrada de lapilli, y en la toba de traquita de Barrancas Blancas hay una cantidad de cuerpos y cristales de cuarzo sueltos, provenientes de la traquita. Estos lapilil son del tamaño de una pulgada o mas pequeños, de color gris ciscuro o recubiertos por Lina película rojiza, cribados pero no ásperos. Da la impresión de que las asperezas hubieran sido limadas. En la fractura fresca sólo pude distinguir pequeños cristales de feldespato. Los diminutos huecos a menudo están llenos de hidrato de óxido ferroso. Los fragmentos de mayor tamaño presentan con frecuencia una coloración más oscura y permiten reconocer claramente los blancos cristales de feldespato. En cambio, son raros los lapilli en los que aparecen además cristales de feldespato y hornblenda. Entre estos materiales eruptivos puramente volcánicos se encuentran, como entre Cachiyuyal y Cachinal de la Sierra, bulbos de calcedonia. ¿De dónde proceden estas escorias y materiales eruptivos? ¿Del Llullaillaco, distante unas diez leguas de allí? ¿O de las montañas de la cadena de Punta Negra, situadas a tres leguas más al norte? Abrigaba la esperanza de que el camino nos llevaría a las inmediaciones de estas interesantes montaña volcánicas. Al menos, sólo estaban a media, hora del mismo.

 
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de Rudolf Amandus Philippi

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