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10 de febrero. Excursión al pie del Llullaillaco. Por la noche, el termómetro descendió a 2,5º C. y a las seis de la mañana había alcanzado el punto de congelación. Como había allí buenas y abundantes pasturas, decidimos dejar descansar y pastar a los animales un día y yo empleé ese tiempo para escalar en compañía del señor Dóll el valle de Zorras y llegar hasta el pie del Llullaillaco que, según me había informado el señor Moreno en Cobre, se encontraba, a lo sumo a tres o cuatro horas de Zorras. Varias horas más arriba, el valle está poblado de una tupida mata de Juncus deserticola y Deyeuxia robusta (esta hierba alcanza a menudo uno a dos metros de alto) o de una alfombra de Scirpus deserticola Ph y Triglochin fonticola Ph, bordeada de Lyciuni llumile. En la parte superior, los arbustos secos de Deyeuxia forman como una gran turbera. Las nagelfluhe vistas sobre la pared sud, vuelven a encontrarse en la pared norte. Al cabo de una hora y media el valle se estrecha y sus paredes son allí de cuarzo rojo, consistente en granos cuarcíferos rojizos muy pequeños y blancas escamitas aisladas, casi sin cemento; es la misma roca que observé entre Puquios y Pajonal. Por momentos, la masa parece vitrificada. En el norte existe una colina bastante elevada de traquita rojo claro. Sigue luego un ensanchamiento donde es dable observar la formación de turba arriba mencionada y un segundo estrechamiento constituido por sienita. El agua caía rumorosa sobre las rocas y nos asombró percibir su murmullo. Poco después llegamos a una altiplanicie, con una depresión plana y encajonada por donde se desliza perezoso un arroyo. Escalamos el borde de esa hoya y apareció ante nosotros, envuelto en nieve deslumbrante hasta su pie, al majestuoso Llullaillado, pero su base estaba aún a cuatro leguas de distancia, sin contar las tres o tres y media recorridas desde Zorras. No podíamos pensar en llegar allí ese mismo día y regresar, por lo cual debimos volver muy a nuestro pesar. Dibujé la vista de la montaña desde el lugar donde nos encontrábamos, pero la perdí cuando ni¡ cuaderno de bocetos se extravió con todos mis demás efectos al naufragar el vapor "Valdivia". La montaña es bastante cónica. Una especie de costilla de tres aristas baja por uno de los lados, como si algo por debajo de la cima hubiera brotado una corriente de lava. ¿Tendremos allí, quizá, el origen de una de las descomunales corrientes de traquita que tanto nos asombran en esta parte del páramo? Podríamos encontrarnos a 3.733 a 3.830 m sobre el nivel del mar y la montaña tener una altura de 1.660 a 2.330 m. Al parecer es la más elevada de todo el desierto.

Allá arriba, a las 11.30 de la mañana el agua del arroyo tenía una temperatura de 18º C. mientras que la del aire era sólo de 10º C. En consecuencia, es probable que el arroyo de Zorras se origine en una fuente caliente. El agua es buena para el consumo, pero deja costras blancas en todas partes, consistentes principalmente en sal de cocina y sulfato de roca. En las mismas crecían cantidades de una pequeña Potan-logeton. En las islas de sal prosperaba una Ranunculus, una Calandrinia de hojas lineales y diminutas flores escondidas, C. occulta Ph, Carex misera y una planta de hojas punzantes que forma grandes matas. Lamentablemente, ya había pasado su floración. Sus frutos son unas cápsulas coriáceas, al parecer indehiscentes, que a mi juicio pertenecen a la familia de las estelias.

 
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de Rudolf Amandus Philippi

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