TRILETZKI.
-Voy a su casa, charlo, mareo, ocasiono gastos a su madre en
café, y... nada más. Usted juega. Debo decirle que voy un día sí y otro no, y a
veces cada día. Paseamos por las oscuras avenidas. Yo le hablo de mis cosas,
ella me habla de las suyas; además, me sujeta por este botón y quita de mi
cuello la pelusa... Siempre estoy lleno de pelusa.
ANA.
-¡Vamos!
TRILETZKI.
-Nada más... Es difícil definir lo que, en rigor, me tira a
ella. El tedio, el amor o alguna otra cosa, no lo puedo saber... Sé que después
de comer la echo muchísimo de menos... Según informes casualmente tomados,
resulta que también ella me echa de menos...
ANA.
-¿Amor, entonces?
TRILETZKI.
-(Encoge los hombros.) Es muy posible. ¿Qué piensa usted? ¿La
amo o no?
ANA.
-¡Esto es gracioso! Usted lo sabrá mejor...
TRILETZKI.
-¡Ah..., usted no me comprende!... ¡Usted juega!
ANA.
-Juego. ¡No comprendo, Nikolai! A una mujer le resulta difícil
comprenderle a usted a este respecto.