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El otro inconveniente a tener en cuenta es el final, el remate, que le dicen.
Que en este caso tendrá doble trabajo, ser el final del cuento pero además el
final del libro, serán los últimos renglones que usted lea, por lo tanto tendrá
que causar en usted una buena impresión. Lo que tampoco tengo todavía muy en
claro es cual sería el mejor final, si escribir algo que lo deje a usted inmerso
en sus cavilaciones o si sería más conveniente intentar provocarle risa, que lo
haga a usted guardar el libro en su repisa con una sonrisa. De cualquier manera
será una tarea dificultosa. Porque ¿cuál será la temática que lo hace a usted
reír? O peor aun, ¿qué problemáticas a usted le interesarán como para quedarse
pensando? Es más, me pregunto si usted será de esas personas a las que les gusta
que un relato lo haga reflexionar. Tal vez usted ya este percibiendo la
presión, el agobio que siento ante la necesidad de escribir este último
cuento. Claro, tal vez piense que lo mejor que podría hacer es escribir lo
que sienta o lo que se me ocurra y listo, que no dé tantas vueltas y me deje de
joder, pero no sea insensato, en definitiva estoy pensando en usted, así que
tenga un poco de paciencia. Tuve un momento de lucidez el otro día, pero como
suele ocurrir, la realidad me sacó de mis cavilaciones literarias, y me obligó a
hacerle frente a un problema cotidiano y repetitivo: mi mujer me planteó -a
decir verdad me exigió-, la necesidad impostergable de concurrir a un evento con
ella, justo en ese preciso momento de inspiración en el que me encontraba.
Accedí al petitorio y cuando volví a mi actividad literaria ya no quedaban
rastros de mi inspiración. Ni siquiera la idea que había empezado a desarrollar,
por lo tanto, un nuevo intento por escribir algo se disipó. Por suerte no soy
de los que creen que la inspiración es una especie de meteorito milagroso que
nos cae desde el cielo en el momento menos pensado, si no que para mí es algo
que se consigue mediante el trabajo diario y la dedicación constante. Así que
volví a mis mecanismos para encontrar la lucidez necesaria que me permitiera
desarrollar alguna idea como la gente. ¡Pero qué difícil es encontrar alguna
idea! O, mejor dicho, bajar al papel algo que se nos haya ocurrido. Al final
caí en la tentación de salir a la calle a encontrar algo que me diera alguna
pista, algún indicio o motivación como para comenzar con mi relato
final. Después de escuchar algunas conversaciones tuve algunas ideas, pero
terminé enredado en esas discusiones, llegando a participar activamente de los
diálogos con los desconocidos, que me miraban desconcertados en alguna
oportunidad y en cierto momento hasta llegaron a agredirme físicamente, tal vez
debido al desacuerdo de mis convicciones y opiniones acerca del tema tratado por
ellos. Por eso volví a mi casa convencido de que el relato que me falta
saldría de mi imaginación y nada más. ¡Qué iluso! Lo único que me falta es
creer que todo lo que escribo es fruto nada más que de mi imaginación. Pero no
es mi intención ponerme a hurguetear en mis sentimientos o pensamientos más
rebuscados. Mi idea se reduce a escribir un cuento, el último. ¿Y de qué
mierda puedo escribir..? No sé. La verdad es que a pesar de las horas y
los días que llevo pensando qué escribir, no tengo ni la más pálida idea de qué
diablos va a tratar este, mi último cuento.
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