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Como Cumbrales está tan alto, no bien el ábrego (viento del sur) arrecia, andan las tejas por las nubes y las chimeneas por los suelos, mientras los vecinos de Rinconeda, amparados del viento por la sierra, dicen (según la fama) sobándose las manos y pensando en los de arriba: "¡Hoy sí que vuelan aquellos!"

Pero cesa el sur, y comienza a llover a mares, y son verdaderas cascadas las laderas de la meseta y de la sierra, con lo cual cada calleja del otro pueblo es un torrente, y una isla cada casa; y dice la gente de arriba, acordándose del dicho tradicional y malicioso de los de abajo: "Esta vez los barre el agua, por peces que sean".

Así anda todo encontrado y a testarazos en estas dos aldeas vecinas, llenas, por lo demás, de gentes honradísimas, trabajadoras y apreciables. Pero si entre los inquilinos de una misma casa hay puntillos y rivalidades que encienden a menudo las iras y los odios, ¿qué mucho que suceda esto mismo y algo más entre dos pueblos montañeses que viven, como quien dice, en la misma escalera, y son de un mismo oficio y de la propia casta, y sólo se diferencian en que el uno tiene un palmo más de tela que el otro en el faldón de la camisa?

Y con esto, descendamos del campanario, pues he dicho bastante más de lo que pensaba y hace falta en el presente capítulo, y volvamos a la cajiga, que no a humo de pajas comencé por ella el relato; mas no sin advertir que se la llama en Cumbrales La Cajigona, lo mismo que al sitio que ocupa, que a la fuente y que al asiento a ella cercanos; es decir, que "agua de la Cajigona" se llama a la de aquel manantial; "vamos a la Cajigona" dicen los que se encaminan a sentarse a la sombra de ella, y "prados de la Cajigona" se denominan los que la circundan.

 
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El sabor de la Tierruca de José María de Pereda   El sabor de la Tierruca
de José María de Pereda

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