Incrédulos, los demás no quisimos rendimos sino a la evidencia, y el número de "La Libertad" pasó de mano en mano. ¡Era cierto! El "Viaje en Galera", aparecía, triunfal, en el diario que vegetaba ascéticamente en un segundo piso de la calle Cuyo, después de haber conocido el éxito y la popularidad.
Pero al día siguiente "La Libertad" cesaba de aparecer...
-¡Tú la has muerto! -decían por broma los amigos de Reynoso
-¡No digan pavadas! -exclamaba el autor, incomodado.
Ya iba olvidándose el suceso y la broma, cuando , meses después, alguien exclamó:
-¡El artículo de Reynoso!
-¡No puede ser!
-¡Sí! ¡Aquí está! En "El Nacional".
-El "Viaje en Galera" ostentábase sobre dos anchas columnas del diario que ilustró Sarmiento
-¡"El nacional" va a morir! - exclamó alguno entre risotadas
¡Oh, pasmo! antes de la semana, el entonces decano del periodismo argentino tiraba su último número en la vieja casa de la calle Bolívar. . .
-¡Eres un asesino! - decían a O'Connell cuantos le encontraban.-¡Mata diarios! ¡Mata diarios!
-¡No lo repitan, por Dios! ¡No lo repitan, que me pueden perjudicar! -suplicaba el autor afligido.
-¡No! ¡No podemos tolerarlo! ¡Apenas aparece un articulo tuyo el diario se va al bombo! ¡Nos va a dejar sin tener donde escribir!
-¡No embromen! He publicado artículos, y los diarios viven y circulan cada vez más.
Reynoso O'Connell exageraba. Ningún contemporáneo recuerda ni podrá recordar jamás algún escrito suyo que no fuese el "Viaje en Galera".
Pero he aquí lo que paso después:
"Delicias del Campo" se titulaba el artículo literario publicado por "La Razón" el día de su muerte. El último que publicó "El Debate" se llamaba "A través de la Pampa". "El Porteño", segunda época, murió publicando "Un Paseo Campestre". "Sud América" falleció a consecuencia de una "Jornada Desagradable" y "La Unión", que agonizaba no pudo resistir a "Un Viajecito"...
Pero ¡horror! cada uno de estos títulos disimulaba el mismo cuento: el funesto "Viaje en Galera " de Reynoso O'Connell, que se lanzaba travestido, a cumplir su terrible misión destructora.
Alguien quiso demostrar la inocencia del cuento objetando:
- Es claro que solo se lo publican los que ya no tienen nada que perder, ni otros materiales de querido echar mano.
Pero la verdad es muy distinta. ¿Cómo explicar, si no que el mismo Reynoso O'conell desapareciera de Buenos Aires, quizás de sobre el haz de la tierra, cuando ya no quedó quien le publicara su cuento, ni aun disfrazado?...