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Por otra parte, Lacan habla de que, el cuerpo, no se lo es, sino que se lo tiene. Esto es quizás una evidencia de la experiencia común, reflejada en el lenguaje. “Mi cuerpo” es una atribución que hace del cuerpo una posesión. Pero es también un error. Lo es, porque todas las evidencias nos muestran que no tenemos el cuerpo, sino que somos el cuerpo, un cuerpo con una mente, cuya separación no es clara. También decimos mi mente, o mi alma, con lo cual el sujeto de esa atribución queda totalmente indeterminado. Cuando Husserl decía que el cuerpo es sede de mi yo puedo y de mi yo hago, hacía del cuerpo, también, un instrumento, un instrumento del yo. Pero ¿no es más bien el yo un instrumento del cuerpo? Freud diría “un instrumento de adaptación a la realidad”. Pero ¿Qué realidad? La cultural, evidentemente. Y esa realidad cultural, como dice Lacan, hace violencia en el cuerpo. Plantearnos que la conducta infantil de llevarse todo a la boca es una inadaptación, una desregulación orgánica por falta de instintos rectores, está bien. Pero lo cierto es que los peligros de los cuales no nos cuidan los instintos son los que derivan de la vida en sociedad. Y como desconocemos lo que es una vida fuera de un medio social, no tiene sentido plantearnos si en la naturaleza no tendríamos un saber preparado para sobrevivir. De hecho, tuve una experiencia de activación de un saber, de un instinto de cacería, cuando descubrí que había ratas en mi casa. Un saber centrado en el olfato, que yo desconocía, por su falta de activación en la vida urbana.
La fenomenología toma al cuerpo como una serie de sensaciones unidas en una síntesis espontánea. De esta manera, por analogía con la percepción de los objetos exteriores, de los cuales sólo captamos superficies bidimensionales –como lo señalara Edwin Abbott, el autor de Planilandia–, hace de la constitución del propio cuerpo un proceso que un lacaniano definiría como “imaginario”. Pero, de nuevo, si yo controlo mi respiración e inhalo y exhalo rítmicamente, y si tomo a mi corazón como un reloj para contar el tiempo, mi latido es una onda tridimensional que se extiende por mis arterias, y estoy literalmente atravesado por ese latido, porque se trata de una percepción en tres dimensiones, o 3D, como se dice ahora. Y lo es no por un engaño de la perspectiva visual. Lo es desde el principio, sin síntesis, ni activa ni pasiva. Después sí, puedo recorrer con la mente cada parte de mi cuerpo, como lo sugieren unos ejercicios descriptos por Carlos Ferruelo en su extraño libro Camino de libertad. De esta manera puedo apropiarme de sus partes voluntaria y conscientemente. Pero aquí no hay nada de síntesis pasiva. Es una experiencia que no se puede intelectualizar.
No se trata de nada extraordinario. Somos el cuerpo, y nuestra identidad viene determinada por un patrón rítmico, un modo de ser que implica posibilidades y también límites. Y aunque muchas escuelas de pensamiento oriental se han ocupado de eso, y han elaborado ejercicios mental-corporales para poner eso en evidencia, no tiene importancia cómo se haga. Que se haga en posición de loto o sentado en una silla, con una túnica o con traje de oficina, es todo secundario. Todo eso sí pertenece al dominio de lo imaginario. Pero el cuerpo íntimo que solo cada uno puede conocer de sí mismo es real. Podría discutirse si es real en el sentido lacaniano, o en el freudiano, según lo que Freud llamaba realidad psíquica. Lo cierto es que es real porque es libidinal. Es real porque es pulsional.
Que se usen ejercicios respiratorios para sentir el propio cuerpo no es nada extraño. La respiración es voluntaria e involuntaria al mismo tiempo. Descartes ubicó la unión de alma y cuerpo en la glándula pineal. Debió haber considerado los pulmones. De todos modos, no es el único proceso en el que notamos la mente en el cuerpo. Cuando una noticia nos conmueve se acelera el corazón, y ello no se debe a una categoría de cosas llamadas afectos que median entre lo psíquico y lo somático. Es que pensamos con el cuerpo. Nuestra identidad es un patrón de onda que abarca todo lo que somos, un modo único de funcionamiento que es distinto para cada uno. En esto no hay nada de imaginario.

 
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La salud y la enfermedad. Medicina teórica en el sistema CNF de Daniel Omar Stchigel   La salud y la enfermedad. Medicina teórica en el sistema CNF
de Daniel Omar Stchigel

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