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Por encima de las paredes, dando un paso gigantesco y solemne
entró LA MUERTE DE LAS MUERTES.
Tendría cerca de cinco metros de altura, sus
huesos refulgían en destellos sobre su pulida osamenta negra, y su manto como el
de la otra Muerte, era como un cuero negro de superficie brillante.
El sonido
llegó de todas partes y me perforó los oídos. El cielo sobre la habitación se
llenó de esqueletos de cuervos que volaban en círculos descendentes y rápidos,
sus huesudas alas hacían un aterrador ruido semejante al de cientos de
castañuelas gigantescas. Sus graznidos estallaban los cristales, los espejos,
rajaban las paredes.
-¡SU NOMBREEEEEEEE! -alcancé a gritar.
La Muerte me
contestó, pero era tal el ruido de los cuervos que no pude entenderla.
La
Muerte Negra alzó una gigantesca guadaña negra y pulida; La Muerte corrió y se
puso detrás de mí, usándome de escudo.
Comenzamos a pelear para mandarnos al
frente, cuando el sonido silbante precedió al estallido del suelo. Sentí el roce
frío sobre mi cara cuando la hoja me rozó, volé dando tumbos y rebotando no sé
contra que cosas, y entre las vueltas que daba a los golpes alcancé a distinguir
la guadaña partiendo a la Muerte a la mitad. Sus huesos volaron en pedazos y se
desintegraron como si fueran cenizas de papel y el suelo estalló. Caí golpeando
contra la puerta, y alcancé a mirar las baldosas que volaban por todas partes.
Algunas venían hacia mí, logré cubrirme y recibí golpes fuertes y cortantes en
mis antebrazos.
Los cuervos partieron hacia lo más alto y oscuro de la noche.
La Muerte Negra pasó por encima de los escombros de las paredes, y
desapareció.
Escucho los murmullos de los vecinos acercándose. Entre las
nubes de polvo veo algunas linternas, oigo voces que llaman pero estoy tan
aturdido que no entiendo qué dicen.
Miro los escombros de mi habitación, no
quedó pared entera, no tengo techo, y el suelo muestra un cráter que casi lo
ocupa todo.
Lo único que se me ocurre pensar: ¿cuánta plata me va a salir
reparar todo esto?
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