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[1] Claro que siempre es posible
dudar que alguien conozca "de qué se trata" cuando no hace uso de ese saber,
aunque se pregunte por su sentido. Por ello, no pretendo que los científicos de
profesión acepten que sé de lo que estoy hablando cuando reflexiono sobre lo que
ellos saben usar, pero sobre lo que no pueden o no tienen tiempo o ganas de
reflexionar.
[2] Serres, Michel, La
Interferencia. Hermes II, Bs. As., Almagesto, 2000, pp. 10 y ss. Lo que me
separa del enfoque de Serres es lo que también me separa de Badiou: no acepto su
posición realista. En ambos la epistemología se convierte en ontología. Serres
piensa que la forma que el estructuralismo descubre en una determinada materia
tiene una existencia independiente respecto de las acciones de la comunidad
científica. Considera al científico como un nudo altamente neguentrópico en
medio de una red de intercambios de información entre distintos planos del ser.
El sujeto tendría el privilegio de constituir un punto de vista que interfiere
en redes preexistentes y que capta los múltiples mensajes mediante los cuales se
produce la comunicación objeto-objeto. Yo pienso, en cambio, que la morfé existe
en la hyle como el sentido en la mancha del test de Rorschach. No porque se
trate de algo puramente subjetivo, o intersubjetivo, como piensa Kuhn al tomar
el ejemplo gestáltico del pato-conejo, sino porque hay una correlación entre el
modo en que el objeto científico se presenta ante la comunidad científica y el
modo como esta comunidad lo constituye. En esta visión correlacionista me
reivindico como un fenomenólogo. Considero que el enfoque de Deleuze y Guattari
es el correcto: el sujeto no es ni una cosa pensante solipsista al estilo
cartesiano, ni la manifestación autoconciente de un inconciente freudiano, ni un
proyector de imágenes arquetípicas del inconciente colectivo. El sujeto de la
ciencia es un inter-sujeto que traza mapas sobre la superficie movediza del
flujo real.
[3] Es decir, he generado una
conexión en red que hace que mi propio mundo filosófico se deslice hacia el de
Deleuze en varios puntos.
[4] Me refiero a los dos caminos
que recorrían el pueblito de Combray y que resultaron ser uno y el mismo al
final de En busca del tiempo perdido de Marcel Proust.
[5] Me baso en el tibio elogio
que hizo el propio Deleuze de la obra inicial de Badiou en ¿Qué es la
filosofía? debido a la originalidad de su enfoque, aunque señalando un
excesivo apego a la ya superada teoría de conjuntos y la falta de una teoría del
aparecer, teoría que Badiou desarrolló más tarde en Lógicas de los
mundos. Ver Deleuze, Gilles, y Guattari, Félix, ¿Qué es la
filosofía?, Barcelona, Anagrama, 1993, p. 151 y ss. También me baso en el
texto en el que Badiou le devolvió el "favor" a Deleuze, y que, según creo, no
le hace justicia. Me refiero a Badiou, Alain, Deleuze. "El clamor del
Ser", Bs. As., Manantial, 1997. |
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Elogio de la seriedad
de Daniel Omar Stchigel
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