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Este libro empezó como una profundización del concepto de "seriedad científica" que esbocé de modo rudimentario en El código científico, con una fórmula simple que ya no me satisface. Después lo amplié hacia otros temas, influido por la lectura de la obra de Alain Badiou, a quien sentí que tampoco le había hecho justicia en El código. Sentí una obligación moral de leer a Badiou para ver si había entendido bien su concepción de la matemática, y advertí que no, que la cuestión era más compleja. Pero después me preocupó también que mis referencias a los conceptos de Deleuze que cité en ese libro -flujo, corte, máquina abstracta, plano de consistencia- no estuvieran tomadas de las fuentes originales. Al ir hacia las obras de Deleuze, me encontré entonces con una riqueza de conceptos que me obligó a estos derrames que salpican el texto y que he encausado en las notas a pié de página. Es como si uno arrojara una mancha de pintura globular en una tela y descubriera que se va dilatando en hilitos que la prolongan en forma de red, y que a pesar de una primera impresión de desagrado, se diera cuenta después que esa imperfección es indicio de un pensamiento que está vivo, que puede seguir deviniendo.
También me di cuenta de que Deleuze y Badiou son sólo dos exponentes de una riquísima tradición epistemológica -y transepistemológica- francesa, en la que también destacan dos pensadores fundamentales. De uno, Bachelard, he tomado algunos conceptos también en obras anteriores, mientras que con el otro, Michel Serres, he encontrado coincidencias notables después de que ya había escrito esos libros. Así, cuando uní el concepto deleuziano de "máquina" con la idea de "traducción", no sospechaba que éste último concepto había sido utilizado por Serres en el mismo sentido, y en el contexto de una epistemología similar. Serres escribió un libro excelente en el que advirtió, partiendo de la filosofía de Leibniz, la necesidad de desarrollar un "pluralismo epistemológico" que no ponga a ninguna ciencia como reina, que muestre que todas ellas se reflejan unas a otras en planos no por ello menos separados, con cruces, importaciones y exportaciones, que demuestran que si la ciencia es una sola no es por la unidad de su método, sino por los homeomorfismos que unen las ciencias a distancia -ellas se "unen", así, en lo que Serres llama "la enciclopedia", una verdadera Babel de saberes distintos pero que se copian unos a otros, como las mónadas de Leibniz.[2]
De Badiou he tomado muchos conceptos que me permitieron pensar el cambio científico, pero con Deleuze he hecho "rizoma"[3]. Por eso a veces me he limitado a indicar a qué páginas de su obra hay que dirigirse para profundizar en estos pensamientos que nos introducen en una epistemología diferente.
Creo que Badiou trató de distanciar su filosofía respecto de la de Deleuze, porque todo filósofo busca mostrar que es un pensador original -para eso se hace filósofo, para pensar de otra manera-. Pero creo también que en muchos aspectos Deleuze supera a Badiou, en el mismo sentido en que la Mecánica Cuántica supera a la Física Clásica. No es que haya una superposición precisa que autorice la comparación, pero hay contactos a partir de los cuales la bifurcación de caminos por "el lado de" Deleuze llega más lejos que por "el lado de" Badiou. Esto, claro, puede ser un derivado de que la obra de Badiou está en construcción, que él no ha ido aun suficientemente lejos, y que, después de todo, el "lado" de Swann y el "lado" de Guermantes no eran dos lados distintos, más que por el hecho de su recorrido[4].
En mí siento que Deleuze y Badiou se complementan[5]. Ambos cubren deficiencias del otro. Badiou es muy bueno para pensar las matemáticas, y Deleuze para pensar la biología. Ambos me han hecho razonar con mucho placer y muchas sorpresas. Quedará para otra oportunidad que hable de una característica que aquí no he trabajado, pero que es lo que me ha hecho zambullirme en ambas obras por igual: lo interesante.

 
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Elogio de la seriedad de Daniel Omar Stchigel   Elogio de la seriedad
de Daniel Omar Stchigel

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