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Sabemos que la psicología está lejos de constituir una ciencia de paradigma único. Si algo ha caracterizado a los grandes psicólogos de la historia, es, no haber creado un programa de investigación para la psicología, sino haber basado cada vez una psicología nueva en una manera nueva de definirla y entenderla. Eso ha hecho que la psicología no haya podido elaborar teorías comparables, que pudieran rivalizar entre sí, o que hayan estudiado aspectos diferentes de una base empírica compartida, al punto tal que no ha podido llegarse ni siquiera a una definición de lo que es la psicología. Podemos considerar que la psicología es una construcción de las universidades, de las facultades de psicología, que, al haber intentado establecer una carrera de psicología construida sobre la base de las carreras de física, matemática, biología y química, han armado programas que han parcelado diferentes corrientes en diferentes materias de la carrera, sin una unidad de marco teórico compartido. Lograr algún tipo de unificación sin excluir las diferencias entre las distintas corrientes ha sido todo un desafío, y sería sumamente útil para sostener el proyecto universitario de la psicología como carrera. Sin embargo, hasta ahora sólo ha dado lugar a sincretismos que pueden ser interesantes, pero que no han podido evitar una constante oscilación entre la idea de que “en el fondo todos hablamos de lo mismo”, lo cual lleva a una extrema vaguedad en el discurso, o “lo serio es que cada uno se atenga a lo suyo”, con lo cual a penas se ha logrado ir más allá de la disciplina del comentario, acercándose al tipo de estudio hermenéutico de los trabajos de los maestros llevado a cabo por los estudiosos de la filosofía y de las letras. En nuestro país, José Bleger es quien más esfuerzo ha puesto en una unificación con amplitud de criterios, y su obra es una guía insoslayable, pero no por ello menos insuficiente.
Creemos que con los instrumentos formales brindados por el estructuralismo es posible emprender una formalización de las distintas corrientes psicológicas. Ello nos permitiría algo que es fundamental: suspender toda discusión filosófica acerca de la ontología básica de cada corriente, para basarnos exclusivamente en su poder específicamente científico, poder que tiene que ver con la capacidad de cada modelo, justamente, de permitir una definición axiomática de sus conceptos teóricos fundamentales, pues sin esa base no es posible saber cuáles son sus aplicaciones intencionales.
Para hacer una selección de las teorías que pretendemos formalizar, lo primero es delimitar el campo de la psicología. Si algo caracteriza a la psicología es el lugar por el cual ha comenzado, que es el estudio del arco reflejo y su generalización al ámbito de los reflejos condicionados, por un lado –conductismo, reflexología–, y al de las respuestas no reflejas a los estímulos, por otro. Las respuestas no reflejas, a su vez, han sido entendidas en términos de la mediación de representaciones. Esas representaciones han sido entendidas como percepciones –empirismo–, como ideas –racionalismo–, de manera asociacionista –empirismo–, u holista –Gestalt–, de carácter consciente, o inconsciente –metapsicología freudiana–, etcétera El de representación es un concepto compartido por muchas corrientes, pero todas la entienden de maneras diferentes, y, en el caso del conductismo, se renuncia a él, y se trabaja sólo sobre la conducta observable. De esta manera, el conductismo no diferencia a los hombres de los animales. Sin embargo, selecciona de los animales aquellas conductas que se observan primero en el hombre. Por ello, podemos considerar que el conductismo considera a la psicología, en principio, como una dinámica de las partículas humanas, y este constituye un mínimo compartido por las otras corrientes psicológicas, aunque en todas varíen los mecanismos que explican lo específico de dicha dinámica. Partiendo de este mínimo nos proponemos reconstruir de manera estructuralista los resultados de las investigaciones de distintas corrientes psicológicas, no para favorecer a unas frente a otras, sino para determinar su grado de compatibilidad teórica –es decir, hasta qué punto pueden integrarse en redes teóricas, sin reducirse entre sí necesariamente–, y en qué sentido deberían avanzar para alcanzar estándares superiores de formalización, entendiendo que dicha formalización les permitirían ser mejor vistas por los miembros de otras disciplinas más unificadas –lo cual no es necesariamente lo deseable para muchos representantes de dichas corrientes. Así intentamos evitar esa racionalización a la que suelen recurrir los psicoanalistas cuando son atacados por carecer de rigor científico, y que suele consistir en “primero, lo nuestro no es una ciencia, segundo, es mejor que no lo sea”, para después dar las razones del caso –por ejemplo, eso nos deja afuera del discurso capitalista.
Por otra parte, nos proponemos definir, a partir de cada psicología, una psicoterapia posible. Para ello debemos ir más allá de la obra de los epistemólogos antes mencionados, y recurrir al concepto bungeano de “problema inverso”. En realidad, Freud partió empíricamente de dicho problema inverso, es decir, de un método para remontarse al origen del síntoma, para después ocuparse del problema directo, es decir, para elaborar una teoría del propio síntoma en términos del concepto de representaciones inconscientes.

 
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Dinámica de las partículas humanas - Una reconstrucción estructuralista de la psicología de Daniel Omar Stchigel   Dinámica de las partículas humanas - Una reconstrucción estructuralista de la psicología
de Daniel Omar Stchigel

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