El cuento
Cuando se sentía mal intentaba no pensar, pero no podía. Entonces se paraba
frente a la biblioteca y comenzaba a mirar los libros. Buscaba en ellos una
respuesta a una pregunta inespecífica, una pregunta que en fin no existía.
Entonces era cuando una fuerza -diría una extraña fuerza- lo llevaba a tomar
uno. En este caso de cuentos.
Lo sujetó muy fuerte entre sus manos como si se tratase de un libro sagrado
donde supuestamente iba a encontrar lo que buscaba.
Ni siquiera comenzó por el principio.
Su novia no estaba, en realidad hace mucho que no estaba. Hace tiempo que
cuando salía, sentía por momentos que no iba a regresar, que los diez años que
llevaba junto a ella eran como si no hubiesen existido. No sé por qué motivo
recordaba siempre el momento en que se conocieron, tenían veintiséis años y
comenzaban a trabajar en las oficinas de una empresa que ya no existe.
El cuento trataba de un hombre que sufría mucho y no tenía en claro por qué.
Se sentía solo, como si lo hubiesen puesto en el mundo siendo grande. Las
relaciones con otras personas las consideraba ajenas. Al parecer todo le
resultaba raro, indescifrable por medio de la razón, tenebroso. Por momentos
repasaba cada línea mientras realizaba un estudio minucioso. Igual que un monje,
movía los labios, como si rezase alguna oración intentando memorizarla. Estaba
sumergido en el cuento.
El personaje, al igual que él, reflexionaba con relación a la existencia: ese
correr continuo de los hombres a ningún lugar con tal de llegar a tiempo, de
cumplir. Sin posibilidad de ocuparse de otras cosas, como por ejemplo la pareja.
Esa constante necesidad de apresurarse para sentirse un par frente a los demás.
¿Qué había pasado con su vida?, ¿Cuándo comenzó a enfermarse de los nervios?
La respuesta estaba en la revisión de su propia vida. Algo parecido a un
instinto.
No podía recordar la cara de su pareja. Esa que hace tiempo reflejaba enojo y
fastidio. Lástima, sin poder identificar con relación a quién: a él por el
estado en el que se encontraba o por ella. Acaso era esa mujer que eventualmente
venía a su casa, se sentaba a la mesa, comía, hacía comentarios en relación con
su nuevo trabajo, dormía junto a él. Y al otro día se iba. Luego de improvisar
un saludo que intentaba ser cordial.
Invadido por un profundo sueño, dejó de leer y se quedó dormido. Cuando se
despertó no recordaba lo que había soñado, pero se sentía más triste. Su novia
no había vuelto. El espejo le devolvía la imagen de un hombre ridículo. Trató de
inspeccionarlo, ver sus detalles pero se aburrió.