Los temas abarcan desde algunos filosóficos, políticos,
sociológicos y estéticos hasta otros de la vida cotidiana, de asuntos muy poco
académicos, y que pueden parecer superficiales, sólo si se los tratara
superficialmente. La vida está hecha al fin de momentos intrascendentes, y éstos
tienen también su significación. Confieso que la miscelánea constituye tal vez
el tipo de libros que más me agrada porque en ellos logro en cierto modo
satisfacer mi tendencia hacia lo enciclopédico, hacia la totalidad.
La mirada retrospectiva hace resaltar lo contingente de algunos
temas, productos del entusiasmo del momento y a veces de circunstancias
especiales, al lado de otros que son constantes de mi labor literaria y
obsesiones de mi vida personal. También resulta extraña la ausencia de asuntos
más decisivos para mí que otros de los que me ocupo. Pero los temas sobre los
que se escribe, como los amores y las amistades, no son siempre los que uno más
quisiera, sino los que el azar y las vicisitudes de nuestra vida nos han
deparado, y a veces, como reflexionaba Swann, se pierde el tiempo con alguien
que ni siquiera pertenece a nuestro tipo.
Como decía Oscar Masotta, en el escritor "no es una voluntad
arbitraria que se da a sí mismo el orden de sus temas de reflexión, sino una
espontaneidad subyugada que piensa libremente los temas cuyo orden en cambio le
impone la historia".
La idea de recopilación de ensayos no es por cierto novedosa,
tiene una larga y prestigiosa tradición -Variétés de Paul Valéry,
Pretextos de Gide, El espectador de Ortega y Gasset, La
imaginación liberal de Trilling, Situaciones de Sartre, Signos
de Merleau-Ponty, Prismas de Adorno, Iluminaciones de Walter
Benjamin y los argentinos Discusión de Borges y Testimonios de
Victoria Ocampo- por lo que puede decirse que se trata casi de un género
literario, o por lo menos de un subgénero dentro del ensayo, con derecho a
existencia propia. La peculiaridad de este supuesto género estará dada porque al
reunir en un solo volumen escritos de tan distintas épocas y circunstancias,
resaltan los cambios experimentados por el autor, así como también sus
constantes, las contradicciones como las repeticiones, las rectificaciones y las
ratificaciones, la discontinuidad y la continuidad. Si cada una de las partes
es, por su origen, autónoma y revela su independencia casi anárquica frente a
las otras, a la vez la reunión de todas esas partes crea un todo que es algo
nuevo y distinto de las partes. En la diversidad, heterogeneidad e inconexión,
podrá descubrirse, al fin, la identidad del autor, lo que permanece a través de
los cambios, de los años, de la vida pasada, constituyendo casi una
autobiografía intelectual. Por eso la relectura de estas páginas olvidadas me
produjo el sentimiento ambiguo de identificación y extrañamiento a la vez: no
puedo renegar de lo que escribí; aunque tampoco puedo asumirlo en su totalidad a
medias solidario y a medias desligado, puesto que ya no soy lo que fui pero a la
vez lo que soy surge de lo que fui ayer. Por esto, aunque me es difícil
deslindar el recuerdo del pasado que he sido, de los proyectos de lo que aspiro
a ser, frente a algunas páginas muy antiguas, debo reconocer que ahora soy un
poco más lúcido, aunque sólo sea por tener la ventaja de conocer el porvenir,
los resultados imprevisibles de aquellas ideas o actitudes de ayer. Me falta
hoy, como decía Proust, "la feliz ignorancia de la esperanza que impulsaba
entonces hacia un tiempo convertido hoy en el pasado", aunque en el presente
me encamine nuevamente hacia otro porvenir tan incierto como aquél.