Recuerdo muy bien aquellos
lejanos tiempos, anteriores a la Segunda Guerra Mundial, cuando era un joven
muchacho... ¡la década de 1930!
Era fascinante vivir en
aquellos tiempos. Todavía existían lugares no-tocados por la mano del hombre.
Todavía, era posible ver el cielo azul sobre las grandes ciudades, caminar por
los bosques vírgenes y aprender cómo la gente vivía antes de ser transformada
por el comercialismo y el turismo masivo.
Hoy, todo el mundo parece
ser igual. Es un cruce entre Holllywood, Disneylandia y McDonald. Millones de
turistas caminando por doquier, y la mayoría interesada solamente en la compra
de regalos (made in China), en ir a los clubes nocturnos, o casinos y divertirse
en hoteles o buques cruceros.
El así llamado turismo de
aventura; es todo menos aventura. Absolutamente todo esta preparado y organizado
de antemano: donde viajaran, por cuanto tiempo, de que manera, donde dormirán,
cuanto costara, todo.
¡Pero esto no es aventura!
Aventura es sorpresa -mala o buena. Es una experiencia de algo inesperado y no
organizado anteriormente.
Me dan lástima los
buscadores de emociones. Quieren peligro, pero no el peligro verdadero. El
supuesto peligro es solamente un peligro simulado. Todo ya esta preparado,
organizado y pagado. Riesgo no existe, solamente
emoción.