-Vayamos por partes, joven. Soy muy anciana y aunque no estoy muy formada,
creo que tantos años me han dado algo de sabiduría. Llegué hace muchísimos años
a este lugar, y desde entonces me he ganado una reputación considerable. No va a
venir ningún jovencito aquí a estas alturas de la vida a darme lecciones. Además
¿te has visto? Corbata con un nudo de tercera categoría, camisa mal planchada,
zapatos baratos que no combinan bien con casi nada y esos pelos, ¿qué me dices?
Tiesos como una mata de cardo borriquero.
-Quizá se
me pusieron así de ver su aspecto -cortó Raúl con tono irónico.
-¡Caballero!
-increpó la dama siniestra- o quizá debiera decir "intento de caballero" o
"proyecto de caballero". interrumpir a una dama ¿dónde se habrá visto eso antes?
¡Jóvenes! Qué cabe esperar de la juventud.
Ambos
callaron por largo rato. Parecían no tener nada que decir. Los dos se mostraban
tímidos, distantes y al mismo tiempo, sorprendidos. La anciana, que ahora
parecía una dulce abuelita descuidada, se dirigió por fin a su interlocutor.
-Tengo que
confesar que me has sorprendido positivamente. Eres joven pero decidido. Creo
que tienes futuro.
Raúl no
esperaba un comentario de esa índole, por lo que no ocultó su sorpresa. Pero al
mismo tiempo sintió que la observación de la anciana fantasmal era un verdadero
halago.
-Gracias.
señora.
Al cabo de
un rato, y dejándose llevar por lo excepcional de la situación, Raúl se puso en
pie y se dirigió con educación a la única "persona" que había en la sala.
-Señora.
Ha sido un placer conocerla.
Caminó
hasta la puerta y la abrió. Pero ésta se cerró de golpe. El muchacho movió la
cabeza por el sobresalto.
-Disculpa.
Muchacho, no quería asustarte. Sólo quería decirte que me gustaría que
regresaras mañana. Así podremos hablar. y negociar.
-Bien,
pero creo que usted debería cambiar las formas. Buenas tardes.