Por otro lado, gente más escéptica trataba de justificar estas leyendas por
el aspecto lúgubre que estaba tomando el lugar. Pero este hecho no era del todo
cierto porque a pesar del abandono, la elegancia de la vivienda seguía dando fe
de las inversiones que en ella se habían realizado durante generaciones. Es más,
a veces se tenía la impresión de que la casa estaba cuidada, mantenida y
vigilada en todo momento. Esto, a su vez, chocaba con la realidad de la última
dueña, que no quería aparecer por allí y se había despreocupado completamente de
la que iba a ser su casa familiar. Y es que un golpe de mala suerte había
llevado a la madura aspirante al matrimonio a cancelar la boda repentinamente. Y
los dueños anteriores habían vivido en la casa menos de un año. Y la anterior
inquilina tuvo un accidente de tráfico del que tardó en recuperarse casi dos
años. Y así, había cientos de historias que circulaban por la ciudad y hacían
que la vivienda se hubiera convertido en un lugar obligado de visita para los
turistas y curiosos. Todos, con mayor nivel de creencia o escepticismo
coincidían en un aspecto: el lugar parecía traer mala suerte.
Raúl era
consciente de la dificultad que supondría la venta de la "casa de las ninfas"
como también era conocida entre los vecinos por las estatuas del jardín. Pero se
propuso superar este desafío. Fue a conocer el lugar, eso sí, a plena luz del
día. aunque sólo por si acaso.
Al entrar,
recorrió la planta baja. Escuchaba pasos arriba, y se asustó un poco, pero pensó
en voz alta:
-Bueno,
todo será producto de mi imaginación. ¡Bah! Este es el resultado de cuatro
viejas alcahuetas muy aburridas.
Parece que
los pasos cesaron. Raúl continuó con su visita, imaginando ya todo lo que le
podría decir sobre cada lugar a lo posibles compradores. Vio el retrato de una
señora y pensó:
-Por Dios,
ese cuadro lo deberían quitar. Si alguien lo ve seguro que se espanta al
instante.