Emprendió camino en busca
de la voz que lo había cautivado.
Su córcel corrió como nunca antes lo había hecho.
En pocos minutos las mil leguas
quedaron atrás.
Sin bajarse de su cabalgadura,
Kokorikorikó agarró a la princesa.
que aún seguía cantando,
emprendió la huida hacia su escondite,
a mil leguas del castillo de la princesa.
Sus súbditos no pudieron hacer nada.
La princesa había sido raptada.
La tormenta comenzó y no paró.
Pasaron los meses y nadie sabía donde
estaba la princesa.
Seguía la tormenta.
Los campos se inundaron,
las cosechas se perdieron,
el hambre azoló el país de la princesa.