El monstruo de las cinco cabezas estaba muerto.
El príncipe de los elfos corrió
llamando a su amada.
La princesa salió de lo más profundo de la caverna.
Al ver al monstruo caído
supo que su cautiverio había terminado.
Lentamente hizo a un lado el talón de la pata derecha,
no tocó la flecha,
salió erguida y sonriente.
Afuera la esperaba el príncipe de los elfos.
Se había quitado su armadura y coraza.
Un beso selló su pacto de amor.
El príncipe de los elfos la tomó de la mano,
juntos se dirigieron hasta su montura.
El príncipe de los elfos la condujo hasta su
pueblo.
La tormenta había pasado.
Los cerezos volverían a estar en flor.
El pueblo nunca más tendría hambre.