El príncipe de los elfos estaba ansioso,
El príncipe de los elfos debía calmarse.
El príncipe de los elfos se inclinó.
Colocó la rodilla izquierda en el suelo,
dobló la pierna derecha,
tensó el arco,
puso la flecha en su lugar.
Espero unos instantes
y la lanzó confiado.
Había descubierto el secreto
que el diminuto gnomo no había revelado.
La flecha recorrió los mil metros
de distancia sin ser vista.
La confianza del príncipe de los elfos
la había hecho invisible.
Penetró firmemente en el talón de la pata derecha del
monstruo.
El monstruo apenas sintió un leve cosquilleo.
El monstruo de las cinco cabezas
cayó al suelo sin saber ni siquiera que le había pasado.