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Jota abrirá la escalerita de madera y subirá al último estante a buscar una foto de cuando tenía barba. Encontrará en cambio un cuaderno viejo con papeles y escritos en su interior. Lo revisará. Repasará sus anotaciones, sus relatos y sus recortes prolijamente ordenados. Cada tanto suspirará y buscará con su mirada hacia arriba alguna imagen. Algunas veces permanecerá tres y hasta cuatro minutos, con las pupilas fuera de foco, mirando hacia la nada. Recordará que en un momento pensó que intentaría publicarlo. Al cabo de varias horas juntará el montón de papeles en una bolsa de residuos que abandonará junto a un árbol. A los diecisiete minutos pasará el recolector de basura que la revoleará dentro de la caja del camión haciéndola estrellar contra una de sus paredes interiores. Seis minutos después la pala compactadora la aprisionará contra restos de vidrios, cáscaras de futa y envases vacíos de tomates perita, leche descremada y bolsas de compras de Falabella, de Coto, y de Granja La Ilusión. Algunos de los papeles quedarán artísticamente impregnados en las paredes del camión mezclando distintos colores que comenzarán a oler a podrido. Dos horas y cuarenta y cinco minutos más tarde pasarán a formar parte del relleno del Cinturón Ecológico a un costado de la Autopista del Buen Ayre, en el km 27, a la altura de la Ruta 8. Su metamorfosis ya no será metatextual sino biológica.
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Jota o los ruidos de la soledad
de Carlos Odell
ediciones elaleph.com
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