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En Roma un vendedor de medallitas en Plaza San Pedro me
contó lo que titulé Las llaves del Reino. Debo decir que me
esforcé por imaginar los tercetos que ahí aparecen. Además,
todo el relato ha sido combinado con una buena dosis de datos hurtados de un
libro de magia negra sobre las mil formas demoníacas del engaño.
La historia aparece píamente distorsionada en la identificación de
sus actores eclesiásticos, su bizarrismo me espanta.
El cuerpo final de Los planos de Giacomo Allessandri se
constituyó gracias al apareamiento de tres documentos
-probablemente fraudulentos, por obra de sus poseedores o por la
imaginación de quien escribe estas líneas- a los que
accedí en distintos lugares y que creo deben corresponder a la misma
historia, tal cual se atestigua en el relato unificado. El texto de Bolonia me
fue entregado en mano por un joven vendedor de postales y otras baratijas a la
salida de la basílica de San Petronio a cambio de unas liras, él
mismo me indicó como conseguir el escrito de Milán que
retenía un tío suyo como un tesoro. Se trataba de un viejo
zapatero que hallé en aquella ciudad y que se cobró en mi persona
las composturas de todo un año antes de entregármelo. Finalmente,
en Chicago di con el fragmento de un testamento que obraba en poder de un
pizzero siciliano; según me dijo era de su tío Dino y en él
relataba toda su vida, guardaba esa fracción debido a su carácter
enigmático, a mí me sirvió para cerrar una versión
penosa y casi absurda del concepto de mediación.
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Consiga Relatos antiplatónicos de Juan Brunetti en esta página.
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Relatos antiplatónicos
de Juan Brunetti
ediciones elaleph.com
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