El lado débil de mi tío era el amor, y esto explicará por qué es que a los dos años de viudez acaba de declararme que se, casa. Mi tío era un alfeñique delante de una mujer bonita. Decir que se derretía sería poco, se revenía, se volvía una celda, de miel. Al oír una voz juvenil brotando de una garganta esbelta y alabastrina, al ver un cuerpo elástico y nervioso modelado por los contornos de la carne viva y suave a presión, mi tío, que era flaco y alto como un junco de las islas, gemía involuntariamente como una arpa eólica, y, no contento con saborear la estatua con los ojos, cedía, sin querer, el brazo a los movimientos irrespetuosos de la, electricidad animal y gustaba de, tocar el buen señor.
Convengamos en que, el defecto era humano y no grave. Pero ved aquí cómo dos pasiones contrarias, la cólera crónica de mi tía y la, ternura, amorosa de, mi tío, habían llegado poco a poco a constituir en él una segunda persona, en la que se habían transformado todos los rasgos primitivos de su carácter. El buen viejo había conservado toda su bondad, toda su mansedumbre; pero, perseguido, acosado, estirado, como un hilo elástico, por su mujer, se había enflaquecido más de lo que habla sido y había adquirido un tipo físico lógico, con su nuevo carácter moral: una especie de Tartufo, pero no un Tartufo odioso y, antipático, sino por el contrario, y aunque esto parezca una paradoja, un Tartufo ingenuo y cándido, a quien Orgon descubría, en cada aventura por la falta de las grandes cualidades jesuíticas que constituyen el carácter del más alto representante del molierismo...
Así, mi tío, que turbaba, de cuando en cuando la paz del servicio, sufría siempre la, desgracia que nadie sufre en este mundo; lo que no pasa jamás: que, los sirvientes lo delatasen a la señora. El regreso del paseíto, después de comer casi siempre lo colocaba en una situación crítica y zurda: o la manga de la levita blanqueada por él contacto de las paredes. humanas, o el perfume de un ramo de jazmines, ó lo inmoderado de, un nudo de corbata poco defendido, o cualquiera otra causa, lo entregaban a las garras de la leona, y los celos de Norma estallaban :
-¡Viejo libertino y sin vergüenza, inmoral, corrompido, sucio! ...
-¡Pero, Medea!..
-¡Silencio! ¡hombre sin pudor! ¡habrá se visto canalla igual!... ¡corriendo las calles de noche, echando cuchufletas a las sirvientas en las puertas de calle!
¡Vea usted! ¡Esa manga denuncia al canalla! A ver, aunque no quieras, te ha de registrar el pecho... ¡Eh! ¿Qué se me importa que se te arrugue la camisa? ¡Qué, no veo acaso al viejo calavera degradado en ese moño indecoroso de la, corbata!... ¡Un ramo de jazmines!... ¿Quién te ha dado ese ramo? Di, hombre infame, y malvado. ¿Quién te ha, dado esa, inmundicia? ¡Puf!.. ¡huele a patchoulí! Debe ser alguna guaranga, degradada, como tú... ¡Esta, me la has de pagar! ¡Ha de arder Troya! Usted ha, manchado mi familia y mi nombre, arrastrándolo por las últimas capas sociales. ¡El nombre de los Berrotarán! Si mi padre viviera, ya te habría molido las costillas; treinta años fue militar, y mi madre no tuvo jamás una queja. Véalo usted allí, levante los ojos y pida usted perdón al autor de mis días... ¡marido depravado y perverso!