-No, la verdad es que está muy bien... -admitió Goyo.
-¡Ahá! Te gusta Lika, ¿eh? -rió Roge a carcajadas-. No me
extraña; es una criatura encantadora. No te sonrojes. Es normal que te guste mi
sobrina.
-¡No, no! ¡No quise decir eso! -gritó el chico.
-Venga, me tengo que ir. Echa un vistazo al disquete y si
quieres lo hablamos el sábado en el gimnasio. Estoy de guardia durante el
entrenamiento del equipo de fútbol, ¿podrás venir?
-Pediré permiso a mis padres, pero no prometo nada -contestó
Goyo.
El chico se despidió del jardinero y salió en busca de su
sobrina. Justo antes de que sonara la campana, localizó a Lika charlando con
unas amigas, junto a la biblioteca.
-Me ha dicho tu tío que tienes algo especial para mí -le
dijo.
Lika le cogió por el brazo y juntos se alejaron de sus amigas.
Sin que nadie les viera la joven pasó el disquete al chico, quien lo ocultó
rápidamente en un bolsillo de su pantalón.
-No quiero que mis amigas nos oigan. Esto es algo secreto...
¿Entonces has aceptado ser nuestra nueva cobaya? -preguntó de pronto la
chica.
-No lo sé. Creo que sí -contestó Goyo-. Me tengo que ir.
Gracias, eh -añadió antes de escabullirse de aquella tensa situación.
El resto del día, el chico se llevó las manos al bolsillo
trasero de su pantalón cada diez minutos, cerciorándose así de que aquel
intrigante disquete permanecía en su sitio. Por primera vez en mucho tiempo ni
prestó atención a Rafa y su panda. Estaba demasiado eufórico imaginando qué
podía contener ese pedazo de plástico informático de color azul, con una
pegatina que rezaba «CQP 1.0».