La necesidad de este escrito surgió del profundo desdén que invadió el
corazón gentil y apasionado del autor - impetuosamente enamorado de la encantadora
edad << de los dioses y de los héroes>> (Vico) -
cuando, entrando en una tarde de calor en la sala de un cine empujado por la
esperanza de poder zambullir su indómito espíritu en la sublime contemplación de
las épicas gestas que desde miles de años iluminan como sagradas antorchas la
humanidad, tuvo que vivir la desagradable experiencia de una horrible
decepción.
En la millonaria pantalla de los efectos
especiales, frente a sus ojos atónitos la excelsa Iliada sangró, se retorció
herida por el azote de una bochornosa metamorfosis explicable de pronto con las
palabras de Valerio Manfredi: «evidente que los guionistas del cine americano no pueden tener ningún tipo de sensibilidad homérica, porque
no forma parte ni de su cultura ni de su tradición. Para comprender a
Homero y darle el espíritu necesario, es preciso al menos haberlo
leído».
Nacido como artículo para una publicación local, las ardientes
palabras del autor cambiaron su rumbo aventurándose en el océano inmenso de la
virtualidad. en donde todavía siguen navegando.