El caballo era un largo semental de color rojizo obscuro y
trotón. El viejo desaparecía bajo el cuello levantado de su
ropón de piel de oso. Comenzaban a extenderse las sombras sobre el hielo,
y, en torno al lago, en el paisaje blanco de nieve, encendíanse una a una
las luces de las granjas.
- ¡Y cuando se entere de esto tu mujer!...- pensaba
mientras tintineaba la collera y los cascos del caballo levantaban un torbellino
de nieve.
Fue sin que lo supiera su mujer como, tres o cuatro años
atrás, firmara el documento en el que se declaraba fiador de Wangen.
Aquel papel debía facilitar a Wangen su crédito mayor en casa de
un banquero de la capital. Pero ya en aquella época había
prometido Knut Norby a su mujer no salir por fiador de nadie. ¡Bastante
dinero habían perdido con estos favores!... ¿Y ahora?...
-¿Cómo demonios pudo hacerle caer en la trampa
aquel día? - preguntábase el viejo.
Pero hasta el más avisado tiene sus momentos de
debilidad, en los que se muestra bueno y servicial. Encontráronse en
Cristianía y Wangen le obsequió con una suculenta comida en el
Hotel Carl - Johan: y luego sucedió lo que sucedió. ¡Una
comida que le salía cara! Y, como a Norby le daba vergüenza confesar
a su mujer que no había cumplido su palabra, sentía en su interior
una rabia creciente contra el tal Wangen a quien debía todo aquel
trastorno.