|
|
Páginas
1
2
3
4
(5)
6
7
|
|
Excepto la impugnación del plan en la parte en que se hacía
intervenir al primo de Nanny, sir Thomas no opuso más objeciones, y una vez
sustituido el punto de reunión por otro más respetable, aunque no tan económico,
se consideró que todo estaba arreglado y se saboreó ya la satisfacción derivada
de tan humanitarios propósitos. El reparto de sensaciones gratas, en estricta
justicia, no debía ser por partes iguales; porque sir Thomas estaba
completamente resuelto a ser un auténtico y firme protector de la muchacha
elegida, mientras que la señora Norris no tenía la menor intención de
contribuir, ni con la más mínima aportación, al sostenimiento de la misma. En
cuanto a moverse, charlar y discurrir, era cabalmente caritativa, y nadie sabía
mejor que ella cómo enseñar liberalidad a los otros; pero su amor al dinero y su
afición a mandar y disponer eran iguales, y sabía guardar el suyo tanto como
gastar del de sus amigos. No habiendo podido disponer, al casarse, de unos
ingresos tan crecidos como se había acostumbrado a imaginar, desde el principio
consideró necesario sujetarse a un plan de economía muy estricto; y lo que había
empezado como medida de prudencia pronto se convirtió en afición, en el objeto
de esa especial solicitud que se prodiga a los niños, donde no los había. Si
hubiese tenido hijos que mantener, puede que la señora Norris no hubiese
ahorrado jamás; pero, no teniendo obligaciones de esta índole, nada podía
impedir su austeridad o escatimarle el consuelo de incrementar anualmente una
renta que jamás había necesitado para vivir. Dominada por esta creciente pasión,
que no podía aminorar un afecto no sentido hacia su hermana, le era imposible
aspirar a más que a la reputación de haber proyectado y tramitado una obra de
caridad tan costosa; aunque tal vez se conocía tan poco como para regresar a su
hogar de la rectoría, terminada esta conversación, con la feliz creencia de ser
la hermana y tía de espíritu más liberal que existía en el mundo.
Cuando se habló de nuevo del asunto, sus intenciones pudieron
apreciarse con mayor claridad; y, en contestación a la pregunta que
tranquilamente le hizo lady Bertram sobre «¿adónde irá primero la niña, a tu
casa o a la nuestra?», dijo, y sir Thomas lo escuchó no poco sorprendido, que a
ella le sería totalmente imposible encargarse personalmente de la protegida. Él
se había figurado que la niña sería bien acogida como un aumento de familia en
la rectoría, como una compañía deseable para una tía que no tenía hijos; pero
vio que estaba totalmente equivocado. La señora Norris afirmó que lamentaba
tener que manifestar que, al menos tal como iban entonces las cosas, eso de
quedarse ellos con la niña era algo que estaba fuera de toda discusión. La salud
algo delicada del pobre Mr. Norris lo hacía imposible: era tan incapaz de
soportar el ruido de un chiquillo como de volar. Desde luego, si llegase a
mejorar de sus dolencias artríticas, ya sería distinto... Entonces la acogería
con mucho gusto, sin reparar en los inconvenientes; pero ahora, justamente, el
pobre Mr. Norris reclamaba constantemente sus cuidados, y estaba segura de que
la sola mención de una cosa así sería suficiente para volverle loco.
|
|
Páginas
1
2
3
4
(5)
6
7
|
|
Consiga Mansfield Park de Jane Austen en esta página.
|
|
 | |
Está viendo un extracto de la siguiente obra:
|
|
|
Mansfield Park
de Jane Austen
ediciones elaleph.com
|
Si quiere conseguirla, puede hacerlo en esta página.
|
|
|
 |
|