En una sociedad fundada en la explotación, existe una oposición radical entre los hombres que quieren suprimirla y los que quieren perpetuarla. Estos últimos tienen interés en afirmar la armonía del mundo tal como es, y por lo tanto en disimular la división que lo desgarra. La derecha es la fuerza y el pensamiento según los cuales la distinción entre derecha e izquierda no tiene sentido, o ya no lo tiene. La izquierda afirma esa distinción que la derecha niega.
Aunque la aprovecha para confundir, la derecha tiene cierta razón. En verdad, no existe más que un mundo, y la acción misma de transformarlo se opera en el interior de ese mundo. Además, toda conquista nueva, al caer en el pasado, se integra en la realidad dada y se convierte en patrimonio de la humanidad constituída. Y como la fuerza y el derecho están del lado de los opresores, pueden siempre sostener que han acordado por sí mismos a los explotados las satisfacciones que éstos les arrancaron. El desarrollo de la sociedad sería continuo, como el de un organismo, y todos sus momentos positivos.
Pero la izquierda, al oponerse a la derecha, al afirmar esa oposición que la derecha desmiente, demuestra prácticamente que la oposición existe. Y quiérase o no, convierte a la derecha en su antagonista. Basta que una clase luche contra otra para que las dos estén en lucha. Las protestas verbales de los conservadores no pueden nada contra la voluntad que sostiene efectivamente ese conflicto.
La historia de la humanidad no se asemeja al desarrollo de una planta. Es cierto que todo cambio realizado cae dentro del orden establecido; pero el paso de un orden a otro importa un momento negativo. La izquierda es una encarnación de ese momento.
Es evidente, pues, que no se puede describirla en forma positiva. Hay una constante de la izquierda, porque hay ciertas constantes en la naturaleza y en la condición humanas: el cuerpo y sus necesidades, las clases y sus luchas. Pero la izquierda escapa a toda definición estática. No es una idea constituída de la que podamos inventariar el contenido. Existe, pero vacía. Existe, pero como un rechazo. Y no es posible captarla sino a través de la porción de realidad contra la que se rebela.