-¿No te lo decía yo? Es falso -repitió
José haciendo una pirueta.- ¡Tíralo, hombre!
-Para eso siempre hay tiempo -repuso Clarita,.
-¡Oh! ¿pero qué pretendes tú?
¿Acaso te crees rica con tu céntimo? ¡Mira cómo
vuela!
Y diciendo esto José dio a su hermana tan fuerte golpe
en el dorso de la mano, que hizo saltar por el aire la pequeña monedita y
después, gozoso de su proeza, se dio a correr con dirección a la
aldea para gastar su sueldo.
Juanito, consternado, apretaba en su mano el sueldo de curso
ilegal. Clarita le colmó de caricias aconsejándole que fuese a
casa del tío Mateo, el patizambo, el cual tal vez se lo tomaría
para hacer un alfiler de pecho y le daría en cambio un sueldo
legítimo.
-¿Me dejas ir ahora mismo a cambiarlo?
Clarita consultó el cielo, que no estaba aún
obscuro, miró las farolas encendidas de la aldea y pensando que Mateo el
patizambo habitaba en una de las primeras casas, enfrente de la villa de
los señores Firmiani, no quiso negarle esta satisfacción.
Entretanto ella se puso a buscar entre el polvo su céntimo
reluciente.