-¿Se puede pasar?
-¡Adelante, adelante! ¿Quién me quiere a
estas horas? ¿Hay que sacar alguna muela? ¡Animo, que es asunto de
un minuto; el tiempo de decir amén!
Mas al ver al niño, cambió de voz y de gesto; se
tornó melifluo, protector:
-¿Qué deseas, pequeñuelo? ¿Dos
céntimos de caramelos o de regaliz? No pretenderás que te
dé un puro de chocolate, pues ésos son mas caros, y juraría
que tu capital no excede de dos céntimos.
Juanito mostró su sueldo.
-Me han dicho que usted cambia los sueldos falsos por otros
buenos, para hacer alfileres.
-¡Ah, sí! Bribonzuelo, muy pronto empiezas a
especular.
Inclinado junto al mísero quinqué, que
despedía un rayo de luz tan tenue que apenas iluminaba el pie del mismo,
Mateo examinó la moneda por su anverso y su reverso, y clavando luego sus
ojos en el niño con aire malicioso, dijo:
-Esto no es un centavo de la República Argentina.