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Escribimos bajo un extenso paraguas de duelo abierto por todo el daño, los dolores, los padecimientos y sufrimientos que padecemos, sin embargo el quebranto no nos doblega, sino que lo enlazamos, como dice Judith Butler en su libro “Marcos de guerra. Las vidas llorada”, con la indignación frente a una injusticia o una pérdida insoportable. Entonces el duelo abierto ofrece un potencial político enorme. Las calamidades que afrontamos no son pretexto para refugiarnos en la vida privada para sobrevivir, mucho menos pedir asilo en la indiferencia ni en la indolencia, dado que son embajadas de la derrota, es momento de armar palabras, resarcir los diálogos, comunes y especializados, re-colonizar los espacios públicos y hacer de la palabra el mejor instrumento para luchar y obtener la capacidad de sobrevivir. Palabras unidas, coherentes, transitadas por la discusión y los intercambios de experiencias son afluentes que se conjuntan y armonizan en protestas, reclamos y exigencias, he aquí la intención de abrir este espacio de socio-dialogar sobre las calamidades, que los diálogos sean la antesala de los argumentos que vamos a esgrimir para pasar de la indignación a la lucha. En una compilación que hizo Marc Falkoff de los “Poemas desde Guantánamo. Los detenidos hablan” nos dio una lección que marcó el derrotero del libro que tiene en sus manos, un pasaje ilustrativo dice “Las lágrimas de la añoranza del otro me están calando. En mi pecho no cabe tanta emoción”. Indudablemente si lo que ocurre a un cuerpo no puede sobrevivir, las palabras sí pueden sobrevivir para contarlo, remata Butler. Estamos consciente que el diluvio de calamidades que nos somete no es obra del destino ni de la casualidad, tiene tras del velo un rostro, la venganza y maldad política, misma que deviene de las flaquezas del sistema capitalista y su cohorte de empresas multinacionales que han descubierto su vulnerabilidad con el avance de las protestas, movimientos populares, denuncias de sus fraudes y desocultamiento de las vías de enriquecimiento ilícito. La respuesta es clara y contundente de parte de los potentados, incrementar la violencia, militarizar regiones, sembrar miedos, propagar las guerras, infiltrar gobiernos, provocar golpes de Estado blandos, incentivar los saboteos, desabastecimientos, manipular los precios de materias primas, bloquear economías de países soberanos y maniobrar catástrofes que dañan grandes segmentos poblacionales.
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Sociodialogando a propósito de las calamidades
de Robinson Salazar
ediciones Insumisos Latinoamericanos
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