Esto nos trae a las lecciones de cosas, que, más que cualquier
otro medio de enseñanza, piden ser tratadas con cuidado: sin esto, un
procedimiento admirable podría, en manos inhábiles, no ser más que un asunto de
forma agradable, pero sin valor. Examinamos luego los métodos que pueden
aplicarse a la geografía, a la historia y demás ciencias.
En este trabajo damos un lugar preferente a la lengua materna,
y examinamos detalladamente todo lo que se relaciona con su estudio: el
vocabulario, la gramática, la retórica y la literatura.
Consagramos un capítulo al examen del valor que debemos asignar
en nuestra época al latín y al griego. La disposición provisional, segun la cual
los conocimientos superiores no han sido, durante varios siglos, accesibles más
que por la mediación de dos lenguas muertas, ha terminado. Debemos, pues,
preguntarnos si se ha descubierto, para esas dos lenguas, alguna nueva utilidad
que justifique la pérdida de tiempo y el trabajo que cuestan, ahora que ya no
existe su primitiva utilidad. Como creemos que el sistema actual será modificado
mas o menos tarde, indicamos lo que más nos parece ser el plan de estudios del
porvenir, para la educación superior.
Para la educación moral, hemos querido demostrar claramente los
puntos en que los errores parecen más temibles. En cuanto a la religión nos
hemos limitado a considerarla en su relación con la enseñanza moral.
Un corto capítulo sobre la educación artística es destinado a
disipar ciertos errores generalmente esparcidos, sobre todo tratándose de la
relación que existe entre el arte y la moral.
En todo este trabajo nos hemos esforzado en combatir la
confusión, más aún que el error. Los métodos de educación han hecho ya grandes
progresos, y no es fácil esperar que cualquier descubrimiento imprevisto cambie
bruscamente todo el sistema actual, pero creemos que todavía pueden hacerse
muchas mejoras. Para nosotros el punto principal es la división del trabajo;
para realizar un gran progreso, en el arte de enseñar, es preciso separar los
diferentes estudios que, por desgracia, tan fácilmente se
confunden.
Alexander Bain