La
fuerza y la debilidad del libro de los Ejercicios de San Ignacio van muy unidas.
La fuerza reside en la enorme capacidad de adaptación; la debilidad reside en el
requisito de tener el arte para ajustar el modo y orden de orar a las
necesidades y conveniencias según tiempos, lugares y personas. Hablaremos de
días, de sesiones, de Ejercicios en completo retiro y Ejercicios en la vida
corriente.
Pero
a cualquier persona que caiga en sus manos y desee sacar algún provecho de la
lectura de este libro quiero advertirle desde el comienzo con honradez: este
libro no es para leerlo de un tirón. Incluso, más. Este libro es para leerlo
poco a poco y despacio. Más que un libro para leer es un libro para meditar, un
instrumento para servirse de él, para pasar ratos de paz poniéndote en contacto
con el Señor. En varias ocasiones el tema tratado es excesivamente prolijo y
está más detallado para la comprensión del tema que para la exposición
exhaustiva de todo él. Si es tan extenso es para poder elegir: lo que a unos sea
de provecho quizás para otros es abstracto o inútil. Y también al revés.
Para
mayor claridad y facilidad en su uso la estructura del libro será la cronológica
de los ocho días, empezando por la noche de entrada. Así, verás que en cada día
se sigue el esquema de una meditación y una plática para la mañana (a veces hay
más de una para lograr variedad si se dan los Ejercicios a las mismas personas,
o bien, elegir según las necesidades); una meditación y una liturgia
eucarística, con la homilía algo desarrollada, para la tarde. La intención es
darle unidad, hasta cierto punto, a cada día de los ocho de Ejercicios. Entiendo
que el provecho de éstos se consigue no solamente en las meditaciones, sino en
todo el día.
En orden a un mejor entendimiento expongo en algunas
ocasiones alguna breve observación para quien hace o dirige los Ejercicios.
Estas observaciones irán en otro tipo de letra, como dialogando este autor con
quien lee el libro. El texto de las citas de la Sagrada Escritura va entrecomillado y también en letra cursiva; el libro, capítulo y
versículos de la Biblia van entre paréntesis. Los números entre corchetes [1], [2]... remiten al libro
de los Ejercicios de San Ignacio de Loyola. En algunas pocas ocasiones aparecen términos griegos. En
ninguna ocasión se deja de exponer simultáneamente el significado español. Si se citan así algunas
palabras del texto original es por la fuerza de la misma
expresión y en otras ocasiones, como en el Padrenuestro, por la trascendencia
que tiene una buena o errónea traducción. Jesús habló el arameo, el idioma que
oyó en su pueblo y a su madre. Pero los evangelios nos han llegado
en griego común.