|
|
Páginas
1
2
3
(4)
|
|
Al entrar en la cordillera de Quindio, cerca de Ibagué, en un punto llamado el Pie de la Cuesta se ofrece a la vista una región muy pintoresca. El cono truncado del Tolima, cubierto de nieves perpetuas, que recuerda por su forma al Cotopaxi y al Cayambe, se asoma por encima de un macizo de rocas graníticas. El pequeño río Combeina que mezcla sus aguas con las del río Coello, serpentea por un angosto valle y se abre camino a través de un palmar. En el fondo se divisa una parte de la ciudad de Ibagué, la gran cuenca del Magdalena y la cadena oriental de los Andes. Cuando se llega a Ibagué y se inician los preparativos para la expedición se encarga cortar en las montañas vecinas algunos centenares de hojas de vijao. Es esta una planta de la familia del bananero, un nuevo género lindante con el de la Thalia que no debe confundirse con la Heliconia bihai. Las hojas de vijao, coriáceas y brillantes como las de la musa, tienen forma ovalada, cincuenta y cuatro centímetros de largo y treinta y siete centímetros de ancho. La superficie inferiores de un color blanco plateado y la cubre una sustancia harinosa que se desprende en escamas. Este curioso barniz les permite soportar prolongadas lluvias. Una vez recolectadas, se les hace un corte en la nervadura central por donde se las colgará cuando se monte el techo portátil, luego se las extiende y enrolla cuidadosamente formando un cilindro compacto. Para cubrir una choza capaz de albergar seis u ocho personas se necesitan cincuenta a sesenta kilos de hojas. Al llegar a un lugar adecuado en medio de los bosques, de suelo seco, donde se piensa pasar la noche, los cargueros cortan algunas ramas de árboles que disponen en forma de carpa. En pocos minutos esta liviana armadura es dividida en cuadrados con lianas y fibras de agave separadas entre sí unos tres a cuatro decímetros. Entretanto, se habrán desenrollado las hojas de vijao y varias personas se ocupan de sujetarlas sobre el enrejado al que finalmente cubren como tejas. Estas chozas son muy frescas y cómodas aun cuando se las confecciona muy a prisa. Si el viajero descubre de noche una gotera, no le será menester sino señalar el lugar por donde se filtra la lluvia y una sola hoja bastará para subsanar el inconveniente. En el valle de Boquia pasamos varios días bajo una de estas tiendas vegetales sin mojarnos, aun cuando la lluvia era muy persistente y casi interminable. La cordillera de Quindio es una de las regiones más ricas en plantas útiles y curiosas. Allí encontramos la palmera Ceroxylon andicola, cuyo tronco está cubierto con una cera vegetal, pasionarias arborescentes y la preciosa Mutisla grandiflora, cuyas flores escarlatas tienen una longitud de dieciséis centímetros. La palmera de cera alcanza la increíble altura de cincuenta y ocho metros y el viajero queda sorprendido de encontrar una planta de esta especie en una zona casi fría y a más de dos mil ochocientos metros sobre el nivel del mar. |
|
Páginas
1
2
3
(4)
|
|
Consiga En el paso del Quindio de Alexander von Humboldt en esta página.
|
|
 | |
Está viendo un extracto de la siguiente obra:
|
|
|
En el paso del Quindio
de Alexander von Humboldt
ediciones elaleph.com
|
Si quiere conseguirla, puede hacerlo en esta página.
|
|
|
 |
|