Ayer
Me abalanzo sediento en el abismo
insondable de mis bolsillos
y en
un vuelo voraz y rasante,
(con mis plumas de abrigo),
me compro un
caramelo de luna y esperanzas
en el kiosco fantástico
de mis sueños más
absurdos
y mis incontrolables ansias.
Subo por mis rodillas reumáticas
y me siento en el último vagón,
de mi corazón,
a masticarlo quedamente.
Enciendo luego con un fósforo de sol
el primer cigarrillo verde
cielo
que pintó Dalí (para mí)
y, mientras me deleito,
comienzo
la travesía de equilibrista sin red
por la cornisa de mi futuro.
Miro
quedamente bajo mis pies
un espectáculo vano y sordomudo de luces de
colores.
Entonces... con ruedas dentadas de relojes
detenidos en el tiempo
fabrico un juguete espacial,
con el que navego varios siglos
girando
en la órbita de tus ojos color amor.
Y allí, en el rincón interestelar de mis dolores,
con el cordón de la
esperanza
atado a la cintura de mi sonrisa,
abro la escotilla de mis años
cansados
y salgo a caminar, por el espacio joven
de tu retina azul
cobalto, mientras espero
-haciendo piruetas infantiles-
la llegada de la
luz.