-No llores, tonta -decía, tendida en el heno al lado de María-;
no llores. Hay que tener paciencia y sufrir con resignación. La Sagrada
Escritura dice: «Si te dan una bofetada en la mejilla izquierda, presenta la
derecha.» ¡Sí, pobrecita!
Luego empezó a contar, en voz queda, monótona, su vida en
Moscú, donde había sido camarera de chambres garnies...
-En Moscú -decía- las casas son grandes, de granito, hay un
sinfín de iglesias... En las casas, paloma, hay señoras y caballeros muy guapos
y muy bien educados.
María dijo que ella no había estado nunca no ya en Moscú, ni
siquiera en la capital de provincia más próxima; era ignorantísima, no sabía ni
el Padrenuestro.
La otra nuera Fekla, que las oía desde lejos, era también muy
ignorante. Ninguna de las dos quería a su marido. Ella le temía al suyo, y
cuando estaba junto a él temblaba de miedo y la ponía mala el olor a aguardiente
y tabaco.
-Tú también te fastidias junto a tu marido, ¿verdad? -le
preguntó a Fekla.
Fekla contestó:
-No hablemos de eso.
Callaron. Hacía frío. El gallo cantaba en el patio y no las dejaba dormir.
Cuando la luz azulada del amanecer empezó a entrar por las rendijas, Fekla se
levantó, sin ruido, y salió. Las pisadas de sus pies desnudos se alejaron
veloces.