No se puede retroceder una vez que ha sido dada la primera
pequeña dosis. Es el principio del fin, en realidad... ¿no crees?
¿Ves lo que quiero decir?
No esperó mi respuesta. Se quitó los lirios del
valle del cinturón y se recostó, pasándoselos por los
ojos.
-Mis dos maridos trataron de envenenarme -dijo Beatrice-. Mi
primer marido me dio una fuerte dosis casi inmediatamente, pero el segundo fue
realmente un artista a su manera. Sólo una pizca de vez en cuando,
hábilmente disimulada. Ay, ¡tan débilmente!... Hasta que una
mañana me desperté y en cada partícula de mi cuerpo, hasta
las puntas de los dedos de mis manos y mis pies, había un grano de
veneno. Estaba justo a tiempo...
Odiaba oiría mencionar sus maridos con tanta calma, en
especial hoy. Me dolía. Iba a hablar, pero ella de pronto exclamó
quejumbrosamente -¡Por qué! ¿Por qué tenía que
pasarme a mí?
¿Qué he hecho? Por qué toda mi vida he
sido señalada por.. . Es una conspiración.
Traté de decirle que le sucedía porque ella era
demasiado perfecta para este mundo horrible... demasiado exquisita, demasiado
refinada. Asustaba a la gente. Hice una broma.
-Pero yo... yo no he tratado de envenenarte.