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Se suele partir de Bogotá por la tarde y pasar la noche en Soacha o Puerta Grande, porque la cascada sólo puede contemplarse sin inconvenientes en las primeras horas de la mañana. A partir de las nueve horas la vela tina densa niebla. La ruta hacia Soacha conduce por el llano, particularmente árido y desértico en esa zona. Una vez llegados a Soacha debimos decidir si visitaríamos el lado derecho o el izquierdo de la cascada. En el primer caso pernoctaríamos en el lugar para continuar la excursión a la mañana siguiente hasta Canoas, donde cruzaríamos un puente tendido sobre el río Funza. De optar por el segundo caso, deberíamos cabalgar o viajar ese mismo día durante tres cuartos de hora más hasta llegar a Puerta Grande, una hacienda con posada, situada. al sud de Soacha. Yo había visitado ya la cascada tres veces; una del lado derecho y dos del izquierdo y si bien mis preferencias se inclinan más por el primero teniendo en consideración el aspecto panorámico, creo poder orientar mejor al lector sobre el lado izquierdo.

La bahía de Soacha se alarga hacia el sud en una angosta punta donde se encuentran la hacienda de Puerta Grande y Tequendama. a una distancia de 6 km de Soacha. Sin que la conformación de la bahía lo justifique, el río Funza cambia allí súbitamente su dirección norte-sud, tuerce hacia el oeste y deja el llano atravesando su baja cadena marginal. El río tan manso hasta allí, cuyo cauce es comparable al Elster, cerca de Leipzig, empieza a correr impetuoso. Dos tramos de rápidos alternan con dos tramos de curso más tranquilo, A una distancia de unos 5 km de llano, vernos alzarse a ambos lados terrazas, testimonio que otrora el río fluyó a mayor altura y poco a poco fue cavando su cauce. En la terraza de la. margen izquierda se encuentra la hacienda Cincha; más abajo se explota carbón. Un sordo tronar nos anuncia la proximidad de la. cascada. Seguimos con la mirada el curso del río y de repente lo vemos desaparecer en una angosta garganta. Pronto nos encontramos sobre el mismo peñasco desde el cual se precipita el río. Divisamos las gigantescas hoyas que el agua ha cavado en estas rocas. La primera caída de las cataratas es de unos 10 m de altura. De la caída principal no alcanzamos a ver sino la espuma turbulenta del tercio superior, mientras el pie de la misma permanece invisible. Mucho más abajo, volvemos a divisar el río que brama en la profundidad de la garganta, cuyas paredes rocosas, casi verticales, sólo ofrecen posibilidades de arraigarse a uno que otro árbol. Las paredes están formadas por capas horizontales alternadas de arenisca y esquisto arcilloso (Humboldt lo llama erróneamente calcáreo). A pocos metros, más arriba de la cascada, se han superpuesto a estos estratos yacimientos de carbón. Así pues, la utilidad prosaica se hace presente junto a la poesía del paisaje. Los bordes superiores de la garganta se mantienen a la misma escasa distancia en tramos de varios kilómetros y conservan la misma altura de nuestro punto de mira en la cabeza de la cascada. Más adelante, se separan y al mismo tiempo van perdiendo altura en forma paulatina. A lo largo de la margen izquierda de la garganta se está construyendo el ferrocarril que unirá Girardot, a orillas del Magdalena con Bogotá. Siguiendo por los terraplenes de la vía férrea en preparación, se nos ofrecen vistas muy bonitas de la masa de agua en caída y a una distancia de unos 2 km podemos apreciar una vista de frente de toda la cascada. En otros tiempos, esta vista debe haber sido un panorama estupendo: la imponente cascada bordeada a ambos lados por grandiosos bosques, pues la vegetación seca del altiplano cede lugar a la exuberante selva tropical al sobrepasar las alturas de los bordes. Lamentablemente, una parte del bosque fue sacrificada sin necesidad para la construcción del ferrocarril y el paisaje ha perdido la mayor parte de su encanto por la falta de simetría y la fea vista de los muñones de los árboles talados. En la actualidad, la perspectiva más bella del lado derecho debe tenerse aproximadamente a 1 km. más abajo de la cascada, porque allí es donde mejor se manifiesta. Sería fácil tender un puente de madera sobre el río antes de llegar a la cascada, en el tramo donde sus aguas fluyen tranquilas, pero en Colombia no existen aún sociedades de montaña destinadas a fomentar la contemplación de la naturaleza y en consecuencia, para llegar a la otra orilla es menester realizar un pesado viaje de regreso a Soacha de dos horas de duración y desde allí volver a la cascada pasando por Canoas. Sin embargo, no es posible siquiera admirar por la mañana uno de sus lados y por la tarde el otro, pues a las nueve empieza a soplar el viento del valle y envuelve a la cascada en densa niebla.

 
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Las cataratas de Tequendama de Alfred Hettner   Las cataratas de Tequendama
de Alfred Hettner

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