Con todo, ahora ya estoy provisionalmente instalada después del
larguísimo viaje, casi 24 horas efectivas y 32 según el horario actual. Aún me
quedan restos del ronrón de los motores en los oídos.
Decidí iniciar la correspondencia ahora mismo con el fin de
aprovechar la vigilia a la que me condena el haber atravezado el océano
recientemente y así no dar tregua a mi presencia en tu esquema. Quizás si te
relato algo de lo que he visto y sentido en estas horas, pueda conciliar el
sueño en breve y recuperar la normalidad del reloj, además de animarme
ligeramente.
Al llegar la madrugada será la del sábado, día de descanso
obligatorio que yo aprovecharé para ubicarme, al menos en los alrededores.
Me despido por ahora con el cariño de siempre,
Dalia