Será, sin embargo, la teoría del romanticismo como eje central
de la línea histórica irracionalista y anticlásica la predominante en la
historiografía del arte. Benedetto Croce (1929) identificaba romanticismo y
vanguardia para combatirlos mejor a ambos:
"Se pensó que (...) el romanticismo era cosa del pasado: pero
aunque algunos de sus contenidos y algunas de sus formas habían muerto, su alma
no había muerto; su alma consistía en esa tendencia del arte hacia una expresión
inmediata de las pasiones y las impresiones. Por tanto, cambió su nombre pero
continuó viviendo y trabajando. Se llamó (...) "simbolismo", "estilo artístico",
"impresionismo", "sensualismo", "imaginismo", "decadentismo", y hoy en día en
sus formas extremas "expresionismo" y "futurismo"11.
Desde la perspectiva de la sociología del arte, Arnold Hauser
(1951) señalaba también la relación entre romanticismo y vanguardia:
"No hay producto del arte moderno, no hay impulso emocional, no
hay impresión o disposición de ánimo del hombre moderno, que no deban su
sutileza y su variedad a la sensibilidad nerviosa que tiene su origen en el
romanticismo. Toda la exuberancia, la anarquía y la violencia del arte moderno,
su lirismo ebrio y balbuceante, su exhibicionismo desenfrenado y desconsiderado
proceden del romanticismo"12.
Siguiendo esta orientación, Mario Praz (1930) sostenía que el
romanticismo no sólo sobrevivió en el decadentismo y el simbolismo, sino también
en la vanguardia.13 Massimo Bontem-pelli, participante él mismo de la
vanguardia, calificaba a ésta como "la hoguera brillante en que el romanticismo
quemó sus últimas avanzadas"14 y llamaba al futurismo
"última expresión de la decadencia romántica".
Renato Poggioli (1962) aseveraba:
"Se puede asegurar legítimamente que mientras que la tradición
clásica es aquella en la que no existe ninguna virtualidad vanguardística, el
romanticismo es, en un cierto sentido y hasta un cierto punto, vanguardista en
potencia. Si tal afirmación puede resultar excesiva, no parece refutable la
hipótesis hoy día evidente de la continuidad histórica entre romanticismo y
vanguardia: no es ni remotamente dudoso que esta última sería históricamente
inconcebible sin el precedente romántico."15