Pero volviendo al tema central, ¿qué pensaría el lector si le digo que
existió un crimen en el cual hubo una víctima, un arma, un método, y un móvil
bien claro, y estando vivo el ejecutor y plenamente identificado, pero al que no
es posible castigar en forma alguna, ni siquiera hacerse acreedor al rechazo de
la sociedad o como un pecado para los creyentes?
Pero aquí no termina todo.
¿Qué cree que pasaría si un asesinado resucitase o peor aún que haya muerto
sin morir?
¿Habría pena para el ejecutor del homicidio?
Y para agravar más las cosas: ¿Qué pasaría se una persona SE SUICIDA
PLENAMENTE PERO SIGUE VIVO?
¿Cómo es esto posible?
Antes de continuar con la narración de este hecho insólito debo aclararles
que esta OBRA MAESTRA DEL DELITO no fue cometida en la culta Europa ni en los
Estados Unidos -lugar de todos los protagonismos-, sino en Colombia, país donde
todos los crímenes son absolutamente imperfectos pero casi siempre quedan sin
castigo.
Si le interesa conocer todas éstas contradicciones y bajo su propia
responsabilidad sobre la forma en que podría verse permanentemente turbada su
tranquilidad le invito a seguir adelante con esta lectura.
Si esta es su decisión debe realizar un ejercicio especial:
Tomará una muestra de sus genes en las cuales está representado todo su ser.
Para ello frótese el paladar con un pañuelo o con un trozo de algodón.
Ahora contémplelo y pregúntese ¿qué haría si le fuera dado nacer de nuevo, si
pudiera recomenzar su vida conociendo las cosas que le gustaría volver a vivir y
aquellas que desearía evitar?
Y todavía más: ¿qué haría si pudiera repetir su vida cuantas veces lo
quisiera, si tuviera para sí la inmortalidad y con el correr de los siglos
llegase a poderlo absolutamente todo?
Al terminar este escrito podrá usted observar sus muestras genéticas y le
prometo que las verá en una forma diferente a como las está viendo ahora.
Siga entonces adelante y para ello permítame leerle la siguiente nota que
apareció en un diario de circulación nacional unos días atrás:
"Ayer murió víctima de un disparo de su propio revolver el magnate
urbanizador Nicolás Moncayo. El suceso es motivo de investigación aunque sus
amigos: el escritor Francisco Guzmán, el mayor Edgar Villota y el niño Javier
Troya que se encontraban en su compañía aseguraron que se trato de un
suicidio.
"De acuerdo con su testamento su cuerpo será entregado a la facultad de
medicina de la Universidad Nacional de Colombia para que sirva como elemento de
estudio a los estudiantes del claustro.
"Por otra parte según su propio testamento toda su cuantiosa fortuna pasará a
manos del niño Javier Troya Santacruz de cinco años de edad, cuyos padres, como
representantes legales suyos realizan los tramites necesarios para tomar
posesión en nombre del niño de las numerosas propiedades del difunto que no dejó
descendientes que pudieran reclamar parte de su grandiosa fortuna".
¿Nicolás muerto?
De ninguna manera a pesar de que en el anfiteatro de la facultad de medicina
se encuentra su cadáver.
No, Nicolás no ha muerto y jamás morirá y no lo digo sólo poéticamente pues
es una increíble realidad.
Mientras recapacito sobre todo esto tengo en forma permanente en mi mente la
imagen de un niño que espera para realizar LA REVOLUCIÓN MÁS GRANDE DE LA
HUMANIDAD.
Ahora ha llegado el momento que esperaba.
Entérese amigo lector cómo lo que prometió en un principio ser un experimento
científico, haya desencadenado una espectacular aventura cuyos resultados harán
que la humanidad tenga que revisar sus conceptos milenarios de la vida y de la
muerte.
Averigüe cómo la ciencia puede poner en vilo a la necesidad de las ideas de
Dios y del alma inmortal, y sepa finalmente cómo la angustia de un hombre por
perpetuarse lo llevó a cometer UN CRIMEN ABSOLUTAMENTE
PERFECTO.