Me sentí inspirado, y solo porque el título de la obra valía la
pena, y más aún, porque no había sido malgastado con aquella mediocridad que
logré leer con vano esfuerzo. Aquél título simplemente parecía algo arbitrario,
o quizás la evocación circunstancial de un poema de Machado, en virtud de la
temática en la que pretendía apoyarse la historia.
Logré de inmediato que la editorial concertara una entrevista
con el autor de mi nuevo trabajo. Siempre hago eso antes de ponerme a trabajar
con sus libros, y aquellas charlas son muy productivas y logran disuadirme de
que aquellas historias que llegaban muchas veces a mis manos, no eran tan malas
en realidad, sino buenas ideas mal expresadas. Luego de una reunión en la cuál
enciendo mi grabador portátil, tomo apuntes y le señalo al autor los aspectos
que es necesario modificar y ampliar, en líneas generales, me voy con la idea de
un libro en las manos, y solo debo escribirlo un poco.
Sien embargo, esa generalidad no acaeció en este caso. El
escritor me recibió en un departamento amplio y moderno, emplazado en uno de los
barrios más caros de la ciudad. Aparentemente se había olvidado que hoy iba a
venir, pues se notó desconcertado cuando me vio atrás de la puerta y hasta
parecía disculparse.
- Sepa disculparme. justo estaba saliendo. -Me decía el joven,
en forma contradictoria, a medida que me abría la puerta para hacerme pasar.