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Mi madre, sin esperar una verdad o una mentira de mi, llenaba
su vida con la mía, una vez a la semana, desde que la empecé a visitar. Sin
embargo, yo sí espero algo de ella, y quizás espere una mentira, no lo sé.
espero que me cuente otra cosa de la que ya sé acerca de mi y el pasado de mi
familia. Siempre obtengo lo mismo. tu padre fue un gran hombre, un prócer, un
mártir. Siempre escuchaba aquellas referencias que no significaban nada para mi,
ni para ella, pues siempre encontraría algo que decir. sin poder obtener un dato
útil, como podría ser su nombre, aunque más no sea. Siempre oía lo mismo,
evocaciones grandilocuentes acerca de él, matizadas con historias de pescadores,
labradores que van floreciendo a medida que se levantan paredes de ladrillos,
que comienza a circular gente, que se empiezan a oír los tañidos de las campanas
de una iglesia, que se empiezan a ver chicos correteando aquí y allá, autos
circulando, barcos en el puerto, comercios, casas y más casas. Siempre me costó
reconocer que mi madre no supiera quién fue mi padre, quizás porque aquél
reconocimiento podía traer implicancias desagradables y hasta insultantes: como
decirle a mi madre puta, y a mi bastardo. Sin embargo, preferí pensar que había
una historia atrás de aquél olvido, y decidí desentrañarla a mis expensas.
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Ciudades Muertas
de Luis Virgilio
ediciones LV
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