Las respuestas, las anheladas respuestas llegaron muy pronto,
más pronto de lo esperado. Llegué a España, siguiendo aquellas pistas
irrelevantes que me había dado el joven escritor para averiguar datos sobre su
abuelo, y no sé si el azar o si el perímetro unívoco que secunda todo éste tipo
de historias, me hizo toparme con mi pasado. Encontré cartas, fotos, archivos e
incluso expedientes y libros que me dieron datos precisos sobre mis orígenes.
Averigüé incluso que muchos de los personajes de mi historia aún vivían e
incluso uno de los centrales todavía pescaba en aquélla ciudad muerta en la que
nací.
Regresé con todo el material a Buenos Aires y luego solicité a
la Editorial me concediera un último viaje a Chile, a esa ciudad muerta en la
cuál nací, para poder hablar con ese personaje central de mi pasado. La
editorial accedió sin dilaciones a mi pedido, pues siendo de nacionalidad
chilena el escritor, nadie podría desconfiar de los móviles del viaje. Así
llegué por fin a aquella ciudad de la que me hablaba mi madre y que yo no
recordaba, allí, donde supuestamente estaba mi pasado; fue el último lugar que
decidí indagar y aquella decisión fue acertada. Llegué a mi ciudad natal, en
unas playas, al norte de Chile, entre otros motivos, para entrevistar a uno de
los personajes centrales de mi investigación, acaso como un ejercicio de
contratación. Allí me encontré con ese relevante personaje, pero también con su
silencio, su negación. Ninguno de los testimonios que yo había conseguido acerca
de su pasado, como tampoco mis preguntas, lo apartaron de su versión de los
hechos. la cuál se identificaba en forma fidedigna con la de mi madre: aquella
nulidad. Él era un pescador, su padre había sido pescador y también su abuelo y
así, hacia el infinito. esas eran sus respuestas. Y esas respuestas deberían
corromper en cierta medida mi trabajo de investigación, pues él era el personaje
del cuál yo estaba hablando, y parte vital de su inspiración. Cómo podía pasar
desapercibido en un relato que pretende ser testimonial, la versión de la propia
persona sobre la cuál se está narrando. Yo pretendía contarle a un sujeto cómo
había sido su vida. ¿no sonaba absurdo eso? ¿Hasta donde puede llegar la
obcecación de una persona por develar la verdad cuando siente que se la están
negando por alguna razón absurda que no puede entender.? Pues les diré que no lo
sé, pues aquella negativa del personaje real de mi historia, a ratificar la
veracidad de esos hechos que me disponía a retratar en un libro, se transformó
en otra incógnita que le daba aún más brillo a la historia que pretendía narrar.
¿Por qué cuando me encuentro frente a mi pasado, me lo niegan arbitrariamente?.
Aquella negación, sin embargo, a medida que fui avanzando en la historia, fue
increíblemente constructiva, ya que el pasado aflora con más lealtad cuando se
lo niega. Y ello es así, precisamente, porque la veracidad de mi historia exige
más que un ejercicio de contratación con el reconocimiento de los propios
involucrados, exige una tarea de prueba.