ESTE LIBRO
Este libro fue escrito durante muchos años, a lo largo de
la vida de la autora, quien hoy ya no está entre nosotros ni pertenece a este
mundo, porque murió el 20 de octubre de 2007.
Es el producto de las
experiencias más profundas, humillantes, superficiales, pasionales, viscerales,
sensatas, descabelladas, alarmantes, alucinantes, adorables, queribles,
aborrecibles, esperanzadas, siniestras, amadas, odiadas, enternecedoras,
emocionantes, despreciables, arrebatadas y estremecedoras.
Todas fueron volcadas con total
libertad y con pureza de sentimientos, despojadas de rencores, transparentes,
con total claridad, auténtica sinceridad, tal como fueron sentidas, sufridas y
vividas.
Fue una infancia muy triste, la infancia
de Mariluli, que es como la llamaba su padre a quien durante treinta años amó,
admiró y frecuentó. Solía recordar lo feliz que era cuando él la venía a buscar
para sacarla a pasear y le cantaba "Cachito, cachito, cachito mío, pedazo de
cielo que Dios me dio". Un cielo que a los treinta años se convertiría en el más
terrible de los infiernos.
Cuando tenía apenas cinco añitos
y sin previo aviso, partieron de viaje con su madre y la hermana mayor. Ella
viajó muy feliz hasta que llegaron a esa casa ubicada en medio de las montañas.
Más tarde llegaría a saber que la casa estaba ubicada en la localidad de Los
Cocos, provincia de Córdoba pero ese día, cuando la señora que las había
recibido la tomó de la mano y la llevó a conocer la casa, la alegría del viaje
se evaporó de pronto cuando giró la cabeza y vio que su mamá y su hermana,
estaban lejos, se las veía cada vez más chiquitas.
Esa niñita de cinco años no
entendía qué estaba pasando, pero algo le decía que era lo peor. Gritó, quiso
correr detrás de su mamá y su hermana pero, como en esas pesadillas que nos
acosan con los terrores nocturnos, no podía moverse del lugar, porque la mano de
la mujer la retenía. Esa mano que la aferraba y que de pronto le dio el primero
de muchos golpes. Los golpes...
¿Qué sintió la pequeña con el
primer golpe? ¿Sorpresa? ¿Estupor? La crueldad indiferente de los que creían que
la violencia era necesaria para educar a un niño se abatió sobre ella. Lloró.
Gritó. Suplicó. Se hizo pis encima... Peor aún. A cambio, recibió más golpes, y
cuanto más lloraba, más eran los golpes y cada vez peores. Y como si la mano no
fuera suficiente, después fue el cinturón chasqueándole las piernas, el cuerpo,
la cara... Y la niña que no podía dejar de llorar.
Así fue como la pequeña niña perdió para
siempre los que había creído eran sus más grandes amores y aprendió una de las
más duras lecciones de la vida: la decepción.